jueves, 6 de enero de 2022

“L’oeil du malin” revisitada

Siguiéndola a ella en uno de sus solitarios paseos.

¿Un Chabrol que no has visto? Sí, “L’oeil du malin” (1962; en Filmin). Regido todo él por la voz en off de un narrador, el personaje del escritor joven francés que coincide en su retiro en un pueblo cercano a Múnich con un escritor alemán de éxito y su mujer francesa.
Al llegar al pueblo, tras observar la casa que va a alquilar, nos explica mediante esa voz de narrador, marcando su carácter:
-No está mal. Triste como la muerte.
Como en otras miniaturas similares de esa época (“El cuchillo en el agua”, de Polanski, por ejemplo), el suspense va creando una enorme tensión, que no se desparramará hasta el final. Personalmente, quizás falto de munición de este tipo, he quedado desde el principio abducido por ese frío manipulador y su relación con esa atractiva y misteriosa mujer, encarnada por Stephane Audran.
Al final aparece un policía con un cráneo pelado estilo bola de billar, que surge siempre, recurrente, en otras películas de Chabrol. Pero en este caso no es ningún bufón. La cosa va en serio.
Antes, dentro de un tono de continuidad, se suceden las escenas magníficas, como el misterio inducido por esos paseos solitarios de la mujer, seguida de cerca por el protagonista (primera foto) o esa inicial partida de ajedrez de sobremesa tan significativa entre los que van a ser rivales, el tablero preparado minuciosamente por ella, que acaba además observando el duelo sentada equidistante entre ambos (segunda foto): como espectador suyo, te frotas las manos sobre lo que, ineludiblemente, piensas, vendrá después.
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Escribí estas líneas (y los correspondientes pies de fotos) ahora hace seis meses en mi muro de FB. Acababa de ver un Chabrol para mí desconocido, que me hizo recuperar el sabor, a veces desconcertante, de sus films.
Ahora leo en la biografía que Antoine de Baecque ha publicado sobre el cineasta un par de informaciones que desde luego ayudan a comprender bien la forma de la película y alguno de los misterios que esa misma forma denotaba.
Por un lado, que el productor Georges de Beuregard le ofrece a Chabrol, en un momento muy bajo de su estima crítica y popular, rodar una intriga criminal, una coproducción con Alemania, con buena parte del rodaje en la hermosa casa del coproductor alemán a orillas de un lago y con Stéphane Audran como principal papel femenino, aprovechando así la promoción que la pareja Chabrol/Audran ya tiene en la prensa rosa.
Un misterioso Martial Matthieu, que no es otro que la pareja Chabrol/Gégauff, que no se atreven a firmar como tales dados los recientes varapalos críticos, firman el guión.
Pero el productor alemán causa baja en el proyecto y Beauregard le pide a Chabrol hacer el film con la mitad de presupuesto, cosa que Chabrol, aficionado a estos lances, acepta hacer. Aparece así una voz en off en la que el protagonista hace de narrador y explica reacciones y demás, además de favorecer elipsis que sustituyen a escenas simplemente eliminadas de cuajo, mientras que, como también ha dejado de estar disponible la lujosa casa del lago, una serie de apaños sustituyéndola por otra serie de emplazamientos franceses.
Lo más divertido es que fueron precisamente esa voz en off y ciertos desajustes de la continuidad argumental lo que más me encandilaron de la visión de la película.


La magnífica escena que nos prepara, con su composición y acción para lo que creemos vendrá después.

En casa de la pareja, aún con invitados, él como Pedro por su casa.

 

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