Vi el primer largometraje de Benoit Jacquot, “L’assessin musicien”, en la Filmoteca, un año después de su pase en la Semana de la Crítica de Cannes 75. Me entusiasmó, pero José Luis Guarner, en sus mini-reseñas de lo visto en el festival, la ridiculizaba como obra de un jovencito que había asimilado mal a Bresson, a quien intentaba emular.
44 años después, el que fue ayudante y joven amigo de Marguerite Duras, con una obra larga a sus espaldas, hace, ya sin el más mínimo referente bressoniano, este “Dernier amour” (“Casanova, su último amor”, 2019) que, como casi todas las demás suyas (incluidas las para mí también más que interesantes “Villa Amalia” y “3 corazones”), parece no haber dado en nuestro país con su público, como demostraría que, por ejemplo, las puntuaciones de Filmaffinity le otorgan un suspenso.
Sin embargo, lo he pasado muy bien viendo este brillante juego de seducción, no necesariamente en la dirección previsible.
De Casanova ya madurillo hace Vincent Lindon, en la ficción en una estancia suya en Londres, con una escapada a Croydon, a una hora de peligroso camino desde la capital. Una anécdota: representando Lindon a un personaje que apenas sabe alguna palabra de inglés, figura que sale de apuros entendiéndose en una lengua entonces de cultura como el francés. Me ha divertido ver que, cuando se encuentra con una italiana, para no pasar por el mal trago de mostrarnos a Lindon hablando italiano, su personaje dice que “Desde que Venecia me repudió, sólo hablo francés”
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