Ya acabé la cacho-biografía sobre Claude Chabrol que ha hecho Antoine de Baecque (Stock, 2021).
No creo que haya mucha gente que se lo haya leído de pe a pa, como he hecho yo. Desde luego he aprendido mucho sobre la personalidad del realizador y su forma de preparar sus películas. Toda su parte inicial, sobre sus orígenes y actividades (muchas de completo descerebrado) previas a entrar en su ritmo incansable de hacer cine, las he disfrutado mucho. Pero dado su principal contenido, en el que se va hablando de cómo surgió, con quien hizo, que argumento tiene, qué repercusión de crítica y público tuvo todos y cada uno de sus alrededor de sesenta largometrajes, por muy apoyado que esté por declaraciones efectuadas por unos u otros, y por algunas excursiones a sus otras andanzas, se llega a hacer pesado leerlo como quien lee una novela.
Su principal cometido es, me parece a mí, tenerlo como obra de consulta. Igual que es provechoso hacer con el libro de entrevistas de Truffaut a Hitchcock tras haber visto un film del genio americano, para leer qué cuentan de él y enriquecer aún más la visión efectuada, conviene acudir al de Baecque (que incluye lo fundamental de todos los otros libros de o sobre Chabrol que había leído) después de haber dado cuenta a un Chabrol que nos haya resultado.
Es, en cualquier caso, curiosa la proximidad que se alcanza con el personaje tras seguir una biografía de largo alcance como ésta. Hasta creo que me ha afectado bastante ver cómo, en sus últimas páginas, lo venció y se lo llevó la muerte.
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