Seguramente debe ser cosa del libro de Ruth Rendell en la que se basa, porque la estatuilla en cuestión tiene luego un cierto papel adicional en la trama, pero aún así la forma de proceder con ella y su ausencia en “La dama de honor” (2004), habla muy bien de cómo actúa Chabrol, ofreciendo pequeños detalles al espectador para que éste vaya entrando y se encuentre inmerso en la situación reflejada.
Van una noche los tres hijos con ella a conocer al novio de su madre, quien se esperaba una cena íntima en su casa y debe cambiarla apresuradamente, acudiendo todos a un vecino restaurante Italiano. Como obsequio para agradecer la invitación, con gran pesar del hijo, para el que tiene un alto valor sentimental (aunque haya dicho que se lo puede llevar sin problema), la madre le ofrece una estatuilla, un busto del jardin. De regreso a la casa, la madre le pregunta a su hijo qué opina de su novio. El chico le responde que parece estar bien, però se queda mirando (y la cámara nos deja un plano general significativo que lo recalca) el jardín con la pequeña columna que, ahora solitaria, tenía encima la estatuilla que le han regalado al novio de la madre…
Por lo demás, puede verse la película, que se sigue con interés y a veces miedo, como un paso más en el álbum sobre la familia de clase media que va formando Chabrol film a film. El espectador se ve impelido a simpatizar con esa abnegada mujer que se sacrifica trabajando de peluquera a sus hijos. Y es divertido notar que, como quien no quiere la cosa, aún al margen del caso criminal principal, Chabrol le deja con la impresión de una adolescencia de esa clase social enfangada, por diversión, en todo tipo de criminalidad. La trama ofrece directamente un ejemplo buen próximo, pero en la escalera de la comisaría se ve la imagen de otra chica, segura extensión de un caso del mismo tipo.
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