sábado, 18 de abril de 2020

Tristana


La correspondencia de Buñuel (Cátedra, 2018) llega por 1969 a “Tristana” (1970). Ya había aparecido, porque sus productores españoles intentaron hacer la película bastantes años antes. Cuando en su día le preguntaron al cineasta si estaría dispuesto a hacer una película, Luis Buñuel se acordó de una novela, no muy conocida, de Benito Pérez Galdós, pero la censura previa se encargó de abortar el proyecto.
Pero los productores -Época Films- insistieron, Buñuel volvió a poner a punto su guión con Julio Alejandro y todo avanzaba ya muy seriamente, porque un primer guión es aprobado. Tanto es así que Buñuel contesta por carta a la propuesta de uno de las productores, Ducay, sobre su propuesta para encarnar a la protagonista. Aunque más tarde, haciendo y hecha la película, se deshará en elogios con respecto a la actriz, su opinión no es, digamos, muy favorable:
“1/ El tipo ultranórdico de Catherine no le va nada a un personaje que se supone nacido en Salamanca, o incluso en Madrid. (...)
2/ Nadie podría creer que Deneuve es una huérfana virgen a la que pervierte el infame don Lope.
3/ Es una actriz que, cualquier papel que interprete, será siempre Catherine Deneuve y no el personaje.
4/ Se está quemando mucho, pues, tras una película, hace otra.
5/ En tanto que vedete, tiene muchas pretensiones y no es fácil de conducir.
6/ Su sueldo es astronómico y, con sinceridad, sí la película resulta mediocre, no es ella quien la salvará. Mientras que, sí sale bien, al no tomarla a ella, han ustedes ganado los 500.000 dólares que a lo mejor les pide por su trabajo.
Aparte de lo que llevo dicho, su tipo sería perfecto para la segunda mitad del film, a partir de la amputación.”

Cartas después sabremos que, pese a que ese guión había sido aprobado, la película se prohíbe, y no es hasta una conversación tête à tête, a puerta cerrada, entre Buñuel y Manuel Fraga Iribarne, entonces Ministro de Información y Turismo del régimen, que puede estrenarse. Sé de uno al que le hubiera gustado estar en esa habitación, como un jarrón, para oír esa conversación.

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