El sitio en el que acaba instalándose Ayiva, como vimos en “A Ciambra” (2017), no es que sea para lanzar coherentes, pero con el objetivo de mejorar la situación de su familia en Burriana Faso el personaje tuvo que pasar por un recorrido (el desierto, una lancha,..) y unas circunstancias límite de las que, desgraciadamente, hemos leído, oído o visto con frecuencia en los diferentes medios de comunicación.
Hace unos días vi y hablé por aquí de esa película de Jonás Carpignano y Miguel Martín comentó, ilusionado, que esperaba que en sus películas futuras el director siguiera la trayectoria de su personaje, el niño gitano Pío. Con la idea adquirida -muy positiva- de la película, pensé que lo que en ella era naturalidad, inmediatez, hasta quedar redondo, podría convertirse con el experimento en artificio, y le contesté que seguramente esa continuación me devaluaría la propuesta inicial. Fue entonces cuando me dijo que en Filmin había una película previa suya, “Mediterránea” (2015), que precisamente se centraba en el africano amigo de Pío, Ayiva, y su viaje hasta el sur de Italia. No dejé pasar mucho tiempo sin ponerme a verla.
Me parece que en su día no mostré demasiado interés por ver la película, porque pensé que sería de esas, muy bienintencionadas, que te presentan un tema candente -aquí la inmigración clandestina-, pero cuyas virtudes quedan limitadas a esa denuncia. No es el caso.
Una primera conclusión que se sacaba de los anuncios de la película cuando se presentó fue que se debía tratar de una mirada desolada a esos criminales recorridos, a merced de grupos de bandidos a través del Sahara y luego en repletas lanchas sin condiciones atravesando el Mediterráneo. Pero Carpignano despacha esos dos recorridos (es verdad que con imágenes muy atractivas visualmente, sobre todo por el desierto, y trasmitiendo una gran intensidad dramática de una forma muy eficaz) en unos veinte minutos y la película dura más de cien...
Cuando llega y se asienta en Italia, da gusto ver que Ayiva encuentre a un viejo conocido, Pío, el niño gitano protagonista de “A Ciambra”, quien ya ha iniciado sus trapicheos, y es un verdadero maestro en ellos. Desgraciadamente también se encuentra con “los italianos”, que rigen buena parte de los destinos de la región.
Sigues en la película la peripecia de Ayiva y sus compañeros, cómo va paso a paso mejorando progresivamente su situación, aún manteniéndose dentro de la más absoluta precariedad.
Hay varias refriegas en el film y, como debe suceder en la realidad a sus protagonistas, te quedas como espectador muchas veces más que despistado sobre lo que está pasando. La cámara sólo capta cosas parciales de todo ello. Como la confusión de colores vivos con la que acaba, a los sones de una canción italiana sentimental y dinámica, “Será porque te amo”.
Vistas ya las dos películas, que creo muy, pero que muy defendibles, rectifico lo dicho. Yo también tengo enormes ganas de que Jonás Carpignano explore y nos deje saber sobre la evolución de otros de los personajes de este mundo que, lo quieras o no, es el nuestro.
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