jueves, 2 de abril de 2020

Out 1 - 4: De Sarah a Colin

El paseo y conversación, seguidos por la cámara en mano, de Thomas y Sarah.
Se reproduce ese final del episodio 3 a lo “Centauros del desierto”, pero en blanco y negro, y llega en seguida, ya en color , la que quizás es la escena que más me gustó ayer del episodio 4 (“De Sarah a Colin”) de “Out 1” (Jacques Rivette, 1971). Thomas y Sarah se pasean por la playa, el primero convenciendo a la segunda de volver a Paris con él, para poder supervisar, “desde fuera”, la obra de teatro sobre Prometeo. La pareja va desplazándose junto a la orilla del mar en lo que es un atardecer ya no de verano y una cámara en mano entonces muy poco vista en el cine comercial les va siguiendo o precediendo.
Porque “Out 1” es un ejemplo de la ligereza -y sensación de realidad- que ofrecían las cámaras de 16mm de la época. Esa cámara en mano se repite por muchas escenas del episodio, quizás no con desplazamientos tan notorios como éste, pero sí en muchas escenas callejeras y también persiguiendo la acción de los ensayos e improvisaciones teatrales.
Es algo ahora muy común, pero debía resultar bien extraño entonces: No importaba tanto la supuesta “calidad de imagen”, sino el captar como fuera todo lo importante. Así, siguiendo las improvisaciones del grupo de Prometeo, son varias las ocasiones en que descubrimos la sombra del cameraman, de la misma cámara o hasta de la jirafa de sonido. Pero eso no solo no importa, sino que le da un cierto valor añadido...
Balzac en mano, decisiones: “derecha, recto, izquierda: ¡derecha!”
El grupo de “L’angle du hasard” sigue sus reuniones, y en una se presenta Colin (J.P.Leaud), que ya no se hace el sordomudo, pidiendo trabajo en el nuevo periódico que preparan. Quizás sólo quiera preguntar a Pauline (Bulle Ogier) si es de Los 13, como hace después en su casa, obteniendo una misteriosa respuesta por su parte. El número 13 va surgiendo, por cierto, por aquí y por allí, con las 13 personalidades diferentes que se dice en el paseo por la playa que hay en Thomas, si se piensa bien en las casi 13 horas de duración de la película completa, etc...
Sonsacando a Pauline sobre Los 13.
La preparación de la obra de Prometeo es para el espectador más llevadera en esta ocasión, porque se trata de una sesión de meditación trascendental, seguida atentamente -como recalcan las panorámicas en primer plano de su cara- por Sarah.
El cameo importante de turno es en esta ocasión de otro histórico del Cahiers du Cinéma, Jacques Doniol-Valcroze, que recibe la visita de Frédérique mientras juega solo al ajedrez.
Jacques Doinel-Valcroze, como acaudalado dedicado al comercio al por mayor, recibe la inesperada visita de Frédérique cuando juega contra sí mismo al ajedrez.
Todo acaba con una insólita y larga escena en casa de Pauline, a la que llega Thomas (¡todo va ligando entre sí!), pero que se desarrolla a base de una increíble improvisación con un par de niñas muy pequeñas y un perro, siempre imprevisibles, todos sentados en una alfombra en medio de la sala de un piso de esos parisinos de por 1800.pero lo más interesante es que tanto en esa escena como en la del ajedrez, hay una figura que aparece de fondo, nombrada, como ya pasó en episodios anteriores, y va adquiriendo el valor de una referencia de peso: El espectador solo hace que oír hablar, sin verlo, de ese Pierre, que parece haber tenido su gran presencia en el pasado e influencia en todo lo que está pasando.
Aunque sin momentos de pesadez extrema, dado que la improvisación teatral fue tan reposada, tampoco ha sido el episodio que hasta ahora más me entusiasmase. Más bien me ha resultado, salvo por lo señalado, bastante anodino. Un poco como el confinamiento actual, ya en su tercera semana. Siguen pasando cosas terribles, pero se va entendiendo todo lo que pasa y puede pasar y, sobre todo, se va adquiriendo una consciencia de que debemos estar ya por la mitad del proceso.

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