A ver. No es que sea una obra maestra, pero me dio para una sesión, con sus ciertos cansancios de déjà vu, bastante divertida. En mi prospección habitual sobre programas de televisión susceptibles de grabación, di en La 2 con una película -“Ovejas negras” (1989)- de José María Carreño, quien había sido crítico de Fotogramas, y a mi criterio no de los peores. ¡Algo tendrá! -me dije-, y la grabé.
Las perspectivas eran nefastas: aparte de que creo recordar haber visto en su día un primer cortometraje suyo que me pareció bastante burdo, tiene un 4,8 en Filmaffinity y un 4 de Vogler, según cálculos de su sistema mi “alma gemela” que más confianza me supone, sí bien me da la impresión de que hace años que o bien ha dejado de anotar ahí sus impresiones o bien el pobre ha debido irse de este mundo, porque ya no clasifica ninguna película reciente.
Y, sin embargo, basta ver la primera escena del film para apreciar que está hecha por alguien que al menos ha visto y sabido apreciar buen cine en su día. Bien planificada, con suspense, la cámara sigue a Miguel Rellán yendo -travelling- hacia el colegio donde estudió, donde le va a confesar al director, el Padre Benito -un dicharachero Saza- la antigua historia que articula toda la película, inducida por la influencia de las pláticas del Padre Crisóstomo (Francisco Vidal) sobre el niño (Juan Diego Botto) que fue el personaje de Reñán.
Las anécdotas del colegio parecen vividas y un cierto aire de “La vida criminal de Archibaldo de la Cruz” impregna todo el metraje. Y todo él no deja de ser más que, diría yo, un divertido ajuste de cuentas con los colegios religiosos.
Aunque ahora ya sepamos que tenemos la batalla contra ellos bien perdida.
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