Compruebo que “La femme infidéle” (1969) sigue siendo una de las películas más contenidas de Claude Chabrol. Todo son en ella personajes hieráticos, comportándose como se diría que deben comportarse los de su clase: guardando las apariencias, sin mostrar los sentimientos o las pasiones que quizás les arrastren…internamente. Solo en un momento hay un estallido de locura y en otro un accidente desquiciador.
Como casi siempre en sus películas de esta época, señalada por todo el mundo como la que encadena mejores obras, tiene un papel principal su mujer, Stéphane Audran. El otro protagonista es un actor también muy chabroliano, Michel Bouquet, y un papel menor, pero también muy importante, lo asume Maurice Ronet, que había salido frecuente en sus anteriores films.
Audran y Bouquet interpretan a un matrimonio que lo tiene todo para gozar de la felicidad. Profesional enriquecido él, sensual mujer ella, viven junto a su hijo en edad escolar en una magnífica casa con jardín de Versalles. (En un par de ocasiones la ironía de Chabrol hace que se vea cómo la pareja va tras cenar a sentarse frente a una enorme chimenea… para ver los programas de un pequeño televisor que han situado ahí…). Pero él sospecha y acaba descubriendo que ella tiene un amante.
El mismo Chabrol se encargó de indicar el color predominante que había buscado para cada película de esta época y en ésta fue el verde, que tanto podía señalar la serenidad de la vegetación que envuelve su casa como la podredumbre de una charca que aparece en un determinado momento.
Con continuos movimientos de cámara suaves, pero muy penetrantes, la trama de la película avanza, esa sí, inexorable, de forma implacable.
El matrimonio, en una velada ante el hogar…donde está instalado un pequeño televisor.
Para sacar aquí una imagen de las numerosas escenas comiendo, he debido acudir a una de esas que, aunque hayan pasado más de cincuenta años desde entonces, sólo se pueden reproducir en condiciones pagando.
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