Unos días “a Ca la Sogra” (en casa de la familia política). Así pensé durante toda su primera mitad que podría haberse titulado, con precisión, la película. Pero seamos serios y vayamos por partes.
Vaya por delante que nunca mostré ningún interés por el personaje de Lady Di, del que sólo sabía lo que quedaba depositado en el cerebro cuando, aún sin prestar atención, hablaban de ella en las noticias televisivas, de radio o en los titulares de diarios.
Ese mínimo conocimiento ya me era suficiente para pensar que “Spencer” (Pablo Larrain, 2021; en el Boliche) seguramente profundizaría en el mito popular: el de una princesa con una vida desgraciada por la falta de amor conyugal, por las rigideces y ataduras obligadas por la realeza y por el acoso de los medios de comunicación.
Asumido todo eso, decidido a no cuestionarme las razones por las que tanta gente que vivía en ambientes y con condiciones realmente chungos podía sentir conmiseración ante el personaje, me puse ayer a ver la película, de la que, salvo en unos momentos en que entra casi a formar parte de esa numerosa tropa de ficciones de terror psicótico yanquis, debo decir me coloco como claro defensor.
Me gusta cómo está llevada por Larrain, como me gustó su acercamiento a “Jackie” (2016), un personaje también del papier couché, quizás, desde fuera, con más carga a su favor para la conmiseración, habiendo un muerto por el medio.
Esa forma de hacer de Larrain, ese “cine” que emana de sus planos, puede verse desde el inicio de la película. En un plano general se aprecia, a lo lejos, una caravana de vehículos militares. El plano siguiente es ya un plano -muy rebuscado- de la carretera por la que transita el convoy, la cámara situada en el suelo y con el objetivo tomando frontalmente a los Land Rover que, uno a uno, pasan por encima de la cámara. No lo hacen, no obstante, como el tren que pasa encima de la cámara situada entre las vías por Dziga Vertov o tantos otros, porque debido a la óptica empleada, a los ojos de los espectadores la rueda exterior hace un brusco y extraño quiebro. Supongo que se deja con ese efecto tan grosero porque el objetivo del plano es únicamente que veamos a la vez, en el suelo, el cuerpo ya sin vida de un faisán. Un símbolo evidente de lo que le puede pasar a Diana, próximo pájaro caído, atropellado.
Otro efecto muy cinematográfico recorre buena parte del principio, en que un poderosísimo off -la familia real, que no aparece o bien se muestra sólo alejada o de espaldas- lo recorre. Larrain sostiene ese off un buen rato, agudizando la curiosidad del espectador… hasta que ya no podía aguantar más el suspense, so pena de entrar en otro tipo de film.
Son impresionantes los travellings que siguen a Kristen Steward, sola o escoltada, por los mullidos pasillos del Palacio de Windsor, por las cocinas (el espacio que da juego a las escenas, en mi opinión, más atractivas), por…, marcando la impresión de estar ella penetrando en la casa de la fiera. Una lucha desigual, como se aprecia también, por ejemplo, con el contraste de la imagen de ella, absolutamente sola, sentada dando su espalda a la fachada del imponente caserón.
Como esos films de terror nos va envolviendo la película, ayudada un montón por la música de la banda sonora, para luego, en un giro, dar pie a ese final que, de alguna manera, cierra muy bien, positivamente… el momento del que quiere dar cuenta, por fin desvelado, como un final feliz de un cuento de hadas.
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