jueves, 25 de noviembre de 2021

La puesta en escena de la pintura - y 4





Cuando José Luis Guerin llegó ayer a Degas, enseñándonos cómo se le escapa la vida del espacio del cuadro, recapituló hasta hacernos ver que posiblemente todo su curso sobre “La puesta en escena de la pintura” ha tratado fundamentalmente de un proceso por el que paulatinamente la pintura va dando pistas de lo que se encuentra fuera del objetivo principal del cuadro (miradas, ventanas, reflejos, espejos,…), hasta que llega un momento en el que la imagen del cuadro queda absolutamente desbordada por la vida.
Previamente, en esta cuarta y última sesión, partió de un Rembrandt que busca la introspección y muestra ese estado interno de sus personajes (primera imagen).
Dio un salto a Velázquez, entrando por el de sus primeros tiempos (segunda imagen), que muestra la osadía de dar un primerísimo plano para el personaje más modesto, mientras deja el teórico motivo principal en una esquina al fondo.
Hablar de Velázquez le llevó a hacerlo del punto de vista y de los espejos. De su inesperada (tercera imagen) “Venus del espejo”, precisamente, hizo un raccord a los espejos de los impresionantes cuadros de Vermeer: cuarta imagen), con sus personajes colocados junto a una ventana, a través de la cual, por ejemplo, su geógrafo (quinta imagen) mira pensativo un mundo exterior que no vemos, produciéndose entonces una suspensión temporal.
Esas mujeres de los cuadros de Vermeer le llevó hasta las de los de Hammershoi (sexta imagen) que, de espaldas, sin que les veamos su rostro, parecen no hablarnos de una mujer concreta, sino de “la mujer”.
De mujeres de espaldas (todo esto es únicamente un esquema, una simplificación mía, pues éstas sesiones están repletas de imágenes de muchos pintores) a hombres también de espaldas, habitualmente en un punto elevando, contemplando el paisaje, esencia del Romanticismo.
Y así siguió, mezclando cuadros archiconocidos con otros casi desconocidos.
Acabó, en un final en el que metió varias de sus últimas obsesiones, con el último cuadro de Manet (séptima imagen), en el que -aventuró- casi seguro que vertió todo lo que, sabiendo que venía su final, llevaba dentro. Y dio razones para pensarlo.
¿Dije en alguna de estas apresuradas notas de después de cada una de las atiborradas sesiones de más de tres horas que efectuamos un recorrido fascinante?
Acabó el recorrido, pero por suerte éste puede tener su continuación en otro curso la semana que viene. Los Films de Orfeo (la marca que ha montado JLG para sus cursos y talleres) ha planificado para ese nuevo curso algo muy diferente, pero que no debiera dejar indiferentes a los amantes del cine. Ha contactado con Ángel Diez, el director de “La peine perdue de Jean Eustache (1994), lo mejor que he visto sobre el realizador criado en Narbona, de quien se detecta muy próximo y conocedor de las principales figuras que lo acompañaron, que aparecen en el documental informándonos de manera increíble.
Quien ha amado o cuando menos intuido lo que hay detrás de “La maman et la putain” o de “Mes petites amoureuses” (octava y última imagen) no debería saltarse ese curso (dos dias de tres horas cada uno). Para inscripciones, visitar la web joseluisguerin.com






 

No hay comentarios:

Publicar un comentario