En 1943 William Wyler y su equipo se subieron a bombardeos norteamericanos en sus misiones en el continente para filmar sus acciones. Cuando la tripulación de una de esas fortalezas volantes, el “Memphis Belle”, sobrevivió a 25 misiones, como premio enviaron a casa con el avión a sus componentes. Wyler les acompañó y registró en un documental el apoteósico recibimiento que tuvieron en el aeropuerto en el que aterrizaron.
“El frío azul” (“The cold blue”, Erik Nelson, 2018) es un documental que parte de las extraordinarias imágenes tomadas por William Wyler, las ordena y las hace comentar por los que iban en esos bombarderos… ¡75 años después!
Ellos narran cómo se efectuaba toda la operación, que venía a durar unas diez o doce horas, explicando cosas que no suelen aparecer en las crónicas del momento. Esos aviones no iban ni despresurizados ni climatizados. Si alguien de la tripulación se quitaba los guantes entraba en serio riesgo de congelarse las manos. Ese es un ejemplo. Uno de ellos responde, visto ahora, a la pregunta de por qué escogían a gente tan joven (eran veinteañeros) para esa misión: “Las personas mayores tienen más juicio”…
La película la considero sumamente recomendable (la pasaron por La 2, donde supongo se puede aún pescar), pero hay una cosa que me ronda por la cabeza desde su visión. Los chicos -hoy todos ancianos de más de 90 años, que luego siguieron una vida totalmente diferente) se comportaron con un valor a prueba de todo. Muchos murieron en el empeño. Fueron, y así son tratados por la película, como héroes, visto el riesgo y penurias que tuvieron que pasar. Pero… mientras la iba viendo, no pude sino pensar que esa misión tan valerosa y arriesgada era la de un bombardeo. Eran, me parece a mi, los agresores de una gente que recibía sobre sus cabezas la carga letal de esos obuses que, por su peso, casi impedían que el avión se elevase de la pista. De las auténticas víctimas, de las que no se habla, no se ve absolutamente nada en el documental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario