Otra película sueca visible en Netflix, pero no se trata de ese segmento de producción que pasó a reseñarse en todas las historias del cine internacional, sino de ese otro que figuraba en las listas de éxitos comerciales del mercado local.
“Skanor-Falsterbo” (Emil A. Lingheim, 1939) está protagonizada por aquel actor corpulento y se ve que extremadamente popular en el país, también curtido en el Music Hall, Edvard Persson, que debo avisar también canta -como lo hacen otras voces- unas pocas canciones, sin que se subtitulen sus letras.
Quizás lo que como película más me ha gustado ha sido la original presentación inicial de actores y otros técnicos, sin nombres escritos, avanzándose en muchos años a Godard y añadiéndole unas cuantas bromas.
La trama es sólo el soporte de una serie de escenas que trasmiten un humor blanquísimo, en general con gags visuales (el protagonista, haciendo de guardia urbano, cediendo el paso a unos gansos) y verbales, así como situaciones bastante malas, cosa que siempre se acaba arreglando con la amplia sonrisa -cuando no risa, de los que lo han sufrido, en la pantalla, directamente. Un humor blanquísimo, todo hay que decirlo, que me ha recordado por momentos al que evocaba mi madre, cosecha de una postguerra sin ninguna mordiente en este campo.
Pero sostengo que películas como ésta, con ciertos componentes anarquistas y todo, pueden ayudar mucho a explicarte una sociedad y su tiempo.
Y, además, en un par de ocasiones se oye como un coro de amigos o familia vitorea a alguien con el típico y muy peculiarmente dicho en sueco…
¡Hip, hip, hurra! (El segundo y tercer hurra suena como ra).
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