Joseph Kessel formó parte de la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial y es de suponer que en su novela “L’armée des ombres” reprodujera unas cuantas historias dispersas de la misma. Fue el libro que (hilvanando las historias bajo un argumento organizador, sí es que no estaba ya así) utilizó Jean-Pierre Melville para su película del mismo título, de 1969, que ayer pasó la Filmoteca.
La película se inicia (foto 1j con el impresionante desfile del ejército alemán, marcando el paso bajo el Arco de Triunfo de l’Etoile, en Paris. A ese ejército se va enfrentar -esa es la tesis expresada en el mismo título de la novela y película- otro ejército, actuando en la sombra.
En la película Lino Ventura (a la sazón con gafas, para darle un cierto aire intelectual) es un jefe de la resistencia (Philippe Gerbier) que aparece enseguida detenido por la policía francesa y conducido a un campo de concentración. El ruido de sus zapatos pisando el fango del mismo durante el largo paseo hasta su barracón nos hace, como espectadores, ponernos muchas cuestiones, que iremos respondiéndonos poco a poco.
La tensión en toda la primera parte de la película (para mí la mejor) está lograda a base de ruidos de ambiente como ese de las pisadas. Poco después el personaje de Lino Ventura es conducido a la sede de la Gestapo. En una sala de espera donde recae con un jovencito también detenido (foto 2) la tensión viene dada por el tic-tac de un reloj en medio del silencio de la madrugada. Más tarde Gerbier, huyendo, se refugiará en una barbería, dando pie a la breve pero potente intervención de Sergi Reggiani en el film. Pues bien: es el ruido del jabón que extiende el barbero por la cara del cliente y más tarde el ruido de su navaja afeitando los que marcan el diapasón de nuestra angustia como espectadores, nerviosos pensando cómo podrá salir de ese embrollo.
Como quiere demostrar la terrible escena de la eliminación del joven delator (tras escena de la foto 3), también llena de pequeños sonidos ambientales y poco diálogo, toda esa actividad no se trata de un juego, sino de algo bien serio. Pero es verdad que luego alguna historia, por rocambolesca, se hace muy difícil de creer y uno ya olvida la tensión para darse cuenta de que se encuentra ante una de esas películas que simplemente fomentaban su afición por el cine.
Conviene quedarse hasta el final, por cierto, pues es entonces cuando, siguiendo una cierta tradición lamentablemente hoy casi olvidada del todo, circulan las imágenes de los diferentes personajes, pudiendo leer a su lado quien es el actor que ha encarnado a cada uno.
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