jueves, 2 de septiembre de 2021

Thérèse Raquin

La place Bellecourt de Lyon.

Domingo de petanca junto al Ródano.

Madre e hijo no se pierden nada de las partidas y desprecian a Thérèse, que las ignora, mirando bajar las aguas del Ródano.

Se abre con una vista de Lyon desde la Fourvière. Pasan los titulos de crèdito y, de forma inversa, desde la Place Bellecour, abarrotada de gente, porque debe ser domingo, se ve la Iglesia esa dominante tan fea, N. D. de Fourvière. Saltamos a los quai del Ròdano. Allí tienen lugar cantidad de partidas de petanca, con su público fiel, como el raquítico Camille y su madre, Mme. Raquin. Acabada una partida, recriminan a Thérèse (Simone Signoret) que se haya perdido la partida, con su manía de ver pasar el agua del río.
Mme Raquin tiene una tienda de telas en una calle principal de la ciudad. Le hace de asistente su nuera. Vemos la llegada de Camille -muy poquita cosa- medio griposo y su madre le hace meterse en la cama, ayudándolo a desvestirse y reclamando que Thérèse le traiga y coloque, como buena esposa, una bolsa de agua caliente en los pies. Ella lo hace y, silenciosa, mira melancólica a través de la ventana a unos amantes abrazándose.
Otro día Laurent, un camionero (Ralf Vallone), trae a casa a Camille, grogui total tras haber bebido con él unas copas sin estar acostumbrado. Entre Thérése y Laurent -que se reconocen dos miradas- meten a Camille en la cama.
El contraste entre Camille y Laurent, como entre los dos actores que los encarnan, es brutal, entre la insignificancia y voluntad lánguida y la fuerza y acción decidida personificada. Por ello, cuando Laurent es invitado a las semanales partidas de juego caseras, todos los espectadores de “Thérèse Raquin” (Marcel Carné, 1953, ayer en la Filmoteca) ya sabemos lo que va a pasar. Si además nos ha llegado que es una adaptación de Zola, está claro que algo sórdido, no muy feliz, va a pasar luego con nuestros personajes.
Soy de una generación que ya pescó a Simone Signoret bastante mayor, en papeles con Jean Gabin que, en todo caso, podrían llegar a dejar entrever quién había sido. En esta película, presencia siempre imponente, guapísima, corrobora y aclara totalmente su fama previa.


Thérèse en la tienda.

Con la suegra, dominada por ella.

El encuentro con Laurent, que trae a Camille borracho.

Desde la ventana, mirando a unos amantes abrazarse.

La partida de cada jueves.

Raf Vallone y Simone Signoret en la película. Sombras por sus ojos.

 

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