En 1981, Manoel de Oliveira tenía 73 años y debió pensar que, llegado al final de su vida, debía hacer un alto en el camino y hacer balance. Poco podía imaginar que no iba a fallecer, manteniéndose activo y elaborando películas, hasta 2015.
El producto de esta mirada echando balance es la muy especial “Visita ou Memórias e Confissões” (1982), que hoy ha colgado MUBI en su catálogo.
Es a la vez una película extraña y sencilla. Coincide en el tiempo con el momento en el que Oliveira debe abandonar, después de cuarenta años ocupándola, la casa que edificó para vivir en ella tras su boda con su mujer, María Isabel. Decide entonces filmar la casa antes de abandonarla, recordándome en algún momento un montón al esbozo del proyecto “Las cosas de Teresa” que hice antes de abandonar el dúplex al que fuimos a vivir. Sólo que Oliveira lo viste con un diálogo -parece ser que de la escritora Agustina Bessa-Luís- de una pareja que visita subrepticiamente la casa que me ha resultado (entre el portugués y sus subtítulos en inglés) bastante críptico.
Oliveira mismo aparece ante la cámara explicando diferentes episodios de su vida y sus creencias, así como se interpreta a sí mismo “proyectándonos” alguna película familiar. Me ha divertido, entre otras cosas, constatar que entre los nombres de conocidos cineastas que comenta pasaron por su casa estaba el de Francesc Llinás. Nos muestra también, de la misma manera, la casa donde nació (que construyó, junto a una fábrica, su padre, de quien explica que fue un emprendedor industrial muy activo) y la casa de campo de la familia de su mujer, mostrando los rincones donde preparó ésta o aquella película.
Por el final, la cosa se anima con unos cambios notorios de tono. Por un lado narra, con pequeñas cuñas ilustrativas de ficción, su detención por parte de la PIDE, la policía secreta de la dictadura portuguesa, mientras que más tarde explica sus fracasos para lograr, tras el 25 de Abril, una salida tanto para su casa como para la fábrica que construyera su padre.
Oliveira en el plateau de la Tobis Portuguesa, de la que cuenta en la película eran los únicos estudios aún en pie durante el rodaje de la película.
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