martes, 14 de septiembre de 2021

Ce fleuve qui nous charrie


“Ce fleuve qui nous charrie” (Raymond Vouillamoz, 1981; TV5Monde) es, por encima de todo, un recital a cuerpo entero de Jean Luc Bideau. ¿Quien no se acuerda de él, ese actor que destacaba allá donde lo colocaran, que conocimos gracias a las películas de Tanner (La salamandra, Charles vif ou mort, Jonás que cumplirá los 25 en el año 2000), de Goretta (La invitación), de Delvaux (Belle), hasta de algún Chabrol (Inspector Lavardin) y papeles menores con Sautet (Un corazón en invierno) o Tavernier (La hija de D’Artagnan)?
Simón, nuestro hombre -y la película con él- participa en una carrera popular de fondo suiza, la Morat-Friburgo. Casi todos sus planos siguen la prueba, viéndole a él y a toda una masa de gente deslomada corriendo y luciendo un equipo -camiseta, calzones, zapatillas- de esos tan horribles, si no más debido a la poca uniformidad de la época, como los que ahora se colocan encima los que hacen estas cosas.
De tanto en tanto, no obstante, Simon, que anda perdido en medio de la masa de corredores, recuerda algo y surge un flashback, minúsculo o más extenso. En estos flashback vamos sabiendo de su pasado: la muerte de su padre, hombre de mucha reputación, que ha escorado su vida; sus borracheras; la trompeta que tocaba y con la que encandiló a su mujer; sus entrenamientos con unos cuantos amigos.
Los sonidos de la carrera saltan a los de los flashback y al revés y, en un momento dado, hasta las imágenes de una se cruzan con las del recuerdo, llevando casi al delirio.
No me ha parecido ninguna broma este río que nos arrastra. Con aire de película ligera para la televisión suiza, más que desconocida, la coloco desde ya cerca de “La soledad del corredor de fondo”. También va de carreras y de un desafuero individual, con un Bideau casi siempre bebido o destrozado físicamente, al punto del desfallecimiento. Dando, ya lo he dicho, un recital a cuerpo entero.


 

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