Que se estrene una película como “La metamorfosis de los pájaros” (Catarina Vasconcelos, 2020; en el Zumzeig) es un milagro de tal entidad, que debiéramos estar lanzando cantos de agradecimiento a todos los vientos.
La cineasta muestra su voluntad de dar a conocer que está hablando de su propia familia, pues lo dice en el vídeo de presentación que se pasa al empezar la sesión. Pero uno podría considerarla, sin más, como una ficción que sabe hablar de las tres generaciones de una familia cualquiera (aunque especialmente consciente de lo esencial), con esa intensidad visual, poética y literaria que da la impresión que solo un cierto cine portugués, y últimamente solo femenino, sabe condtruir.
Cartas entre unos y otros o un narrador en off en la banda sonora, acompañada también, esporádicamente, de canciones y otras músicas. Unas imágenes de una cineasta que recorre con su cámara amplios paisajes y recogidos interiores, donde es proclive a presentar unos cuantos elaborados bodegones. Y todo de instantes caseros, recuerdos íntimos, posiblemente, que van dando la pauta y marcando el paso del tiempo.
En un cierto momento, Catarina, la misma responsable del film, personaje fundamental en el mismo, hace con un arbolito la acción contraria a aquella con la que se obsesionaba el personaje del “Sacrificio” de Tarkovski, al son de la Chacona para sólo violín de Bach. Querría, digo yo, volver a dar vida, tema que ronda por toda la película.
Es ésta una película que también puede ser considerado como un homenaje a ese hermoso idioma que es oído hablado el portugués o, claro está, a la madre, con sus pájaros y la Primavera.
Como un cuadro de Luis Marsans
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