Ahora que veo reivindicaciones de cine francés y y hasta español de ese que antes se vilipendiaba, ¿qué pasaría si hago yo lo mismo con “Los ojos dejan huellas” (José Luis Sáenz de Heredia, 1952)
Sabía de la consideración y hasta amistad que le tenía Luis Buñuel desde la época de Filmófono, pese a ser un franquista redomado, pero las veces que me había acercado a películas de Sáenz de Heredia hasta ahora me habían dejado sorprendido de que alguien pudiera dejarlas en buen lugar. Hasta ahora, momento de la pesca de este curioso film por la televisión.
La película me resulta bastante sorprendente por varios motivos. Un primero es el que anuncia ese “18 años” como edad mínima para su visión, del que alarma La 2 con un par de campanitas. Y es que el film está repleto de mujeres fatales, que van por libre, que tienen llave de la casa de su amante y campean por la película planteamientos muy alejados de la capa moralizante que imperaba en la época.
Otro motivo de sorpresa es su elenco. Tanto los internacionales (un Ralf Vallone al que fuerzan una escena para que aparezca en ella con una camiseta imperio y la atractiva Elena Varzi) como los nacionales y, entre ellos, una muy guapa Emma Penella y un Fernando Fernán Gómez que, apareciendo sobre la mitad de la película garantiza una segunda parte con escenas de humor, cosa que parecía vetada en una película tan seria sobre adulterios, sobre gente que de tan resentidos que son se les tilda de comunistas.
Buñuel planea por el film en algunos momentos, aunque sea por esa salida de la pareja a Toledo y la estancia en la Venta de Aires, que tanto frecuentara.
Y, en lo que corresponde a las propias buenas maneras en dirección cinematográfica, que Buñuel vio en el joven Saenz de Heredia encomendándole la realización de un par de films de la productora Filmófono durante la República, o que luego debería poder certificar el haberse convertido en director de la EOC, me ha sorprendido, para bien, en un par de momentos. Uno es cuando están discutiendo si dejarlo estar por esa noche o acudir a la sala de fiestas Saratoga y, por un drástico corte aparece una serie de gente bailando en el Saratoga… El otro momento que me ha llamado la atención lo he detectado al ver como la música que suena en una radio supone un auténtico diálogo con el personaje.
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