En este fotograma aparecen, diría yo, casi todos los protagonistas y figurantes de “Le quatro volte”. Solo falta un enorme árbol. |
La cabrita recién nacida, justo acabado de morir el pastor. |
Pues gracias al impulso de José Luis Márquez y Miguel Martin, he conocido el cine de Michelangelo Frammartino, y la verdad es que me ha supuesto todo un descubrimiento.
Al principio de “El regalo”, un anciano acarrea un cubo con agua y realmente se ve está lleno de agua, no como pasa en tantas películas que, para aligerar la carga de tal o cual actor, se distingue perfectamente que la maleta danzarina que llevan no contiene ni un gramo de carga.
Sirva el detalle anterior para decir que los dos largometrajes que lleva realizados, rodados ambos en Calabria (Filmaffinity dice que la primera en el pueblo de Caulonia, y me ha parecido reconocer la misma iglesia en “Le quattro volte”, aunque suene extraño, porque representa un pueblo mucho más pequeño), son un prodigio en cuanto al cuidado con el que están hechos para captar la realidad de una vida rural que se apaga, con todos sus detalles.
Esa visión de una vida rural que, pese a todo, como está muy interiorizada por sus habitantes, sobrevive y, sobre todo, los detalles de humor (la pelota que cae por las empinadas calles del pueblo o ese artilugio -móvil- sonando) de “Il dono”, me han recordado sobremanera a “Los motivos de Berta”, que yo diría que en buena parte tenía unas intenciones parecidas.
En “Le quattro volte” muere el pastor y a continuación vemos cómo una cabra pare, dando un sentido de naturalidad y continuidad imparable de las cosas que es el que se desprende del film. Del chivo resultante y su emocionante aventura posterior pasamos al proceso seguido por un gran árbol de la vecindad que se acerca al pueblo y luego vemos que forma parte de un ciclo completo.
Hay que estar atentos para ir captando, impregnándose de lo que las dos películas ofrecen, pero no hacen falta subtítulos: apenas si se oye un diálogo circunstancial, deducible de forma inmediata.
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