Magnífica esa reivindicación de los “malos alumnos”.
Dije que miraría las otras piezas sobre Henri Langlois que ha colgado la Cinematheque Française en su página Henri. “Conversation avec Henri Langlois” (Pierre André Boutang, 1975) le hace hablar sobre la historia del cine en el museo que montó en el Palais Chaillot.
Expone su teoría sobre cómo fueron evolucionando dos grupos de “analfabetos”, los que se dedicaron al cine y su público. Confirma que las ideas expuestas en el documental de Fischbach eran cosas que tenía muy rumiadas y las había hecho muy propias. Pero, sobre todo, me ha interesado una de las ideas que expuso, siempre relativa a la historia del cine, pero aplicable -como él se encarga también de demostrarlo- a la pintura, la literatura, todo.
Esa idea es la de la necesidad de los “malos alumnos” para hacer evolucionar el cine. Un “mal alumno” es el que lo revoluciona todo. Desengaña a Boutang: no existen hoy ya los malos alumnos. Hubo una época en la que el cine estaba lleno de ellos pero acabó, digamos, en 1934. Hoy todos (pone el ejemplo de Hollywood) los buscan desesperadamente, porque saben que son los que lo van a salvar y atraer a la gente en el futuro, pero con todo lo que hacen para atraerlos (escuelas de cine, academias, premios,...) no hacen más que reducirlos a la condición de buenos alumnos y evitar que aparezcan y alcancen ese castillo rodeado de sucesivas murallas para defenderlo.
Rembrandt -continúa- era un buen alumno. Se enriqueció y se hizo millonario pero entonces, de repente, aparecía el mal alumno que llevaba dentro. Pintaba un cuadro que revolucionaba la pintura y ese cuadro no había forma de que lo vendiera, se arruinaba, llevaba a su familia a la miseria. Es ahora cuando ese cuadro se vende por cifras astronómicas y lo tienen los bancos, los grandes museos.
Godard (obsérvese la fecha en que se hizo la entrevista filmada) era uno de esos escasos alumnos que hicieron cambiar todo, pero entonces no tiene cabida y no puede hacer cine. Ahora (1975), con sus videogramas, en su laboratorio personal, alejado de todo, es cuando quizás esté creando el cine del futuro.
Después de verlo me ha estado rodando por la cabeza lo que explicó en una ocasión Jordi Balló respecto a Pasolini, un “analfabeto” cinematográfico pero con pasión e ideas que, para rodar su primer largometraje, colocó a otro novato e inexperimentado, Bertolucci, como su asistente de dirección. Todo lo contrario de lo que hace la ESCAC con las prácticas de sus alumnos: le ponen de asistente a un veterano, con lo que ya está vedada cualquier aportación de aire fresco, cine del mañana.
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