lunes, 20 de julio de 2020

La fille prodigue





“El pecho que crece a los 12 años es para repeler al padre, pero el mío no creció.” Eso le dice Anne (Jane Birkin) a su padre (Michel Piccoli) en “La fille prodigue” (Jacques Doillon, 1981, pescada en TV5Monde), y uno confirma esa imagen que le ha surgido en su mente desde el primer momento: La de Jacques Doillon pensando en su mujer de entonces y escribiendo un guión que no deja de tener mucho de retrato de la actriz.
Entiéndaseme: de cosas que se le ocurrían sobre ella. Ahí está -parcialmente- su origen británico, su pecho más plano que una plancha (que se decía entonces), y hasta, rizando el rizo, las propias derias del realizador pensando en la hija que iban a tener, porque la película plantea, entre otras cosas, llegando a rozar lo escandaloso, la relación paterno filial.
Viendo, después de un periodo de abstinencia, esos preciosos planos de la película (no en vano su director de fotografía fue Pierre Lhomme, el de “La maman et la putain”), con la magnífica Jane Birkin del momento, he pensado si no tendrán razón unos cuantos amigos que, desesperados, ven que ese de la post Nouvelle Vague, para bien y para mal, con todo lo que se pueda denigrar sobre él, es uno de los cines de mi vida.
Pero ¡cómo componía sus planos Doillon, amigos! Lo hacía con una forma que, de rallar tanto la perfección, puedo entender que alguien lo acuse de un calificativo tan mordaz como “esteta”. Pero es una estética (de un gusto clásico y a la vez moderno inapelable, quizás hoy perdido) en absoluto gratuita.
Un ejemplo, del que no he sacado una imagen ni directamente ni luego, buscando por internet: Bastante antes de la supuesta escena, muy eludida, de choque, se ve a Anne detrás de una ventana de cristales con listones de madera cuadriculados. La cámara está en el exterior, con lo que su rostro, que ocupa toda una cuadrícula, se ve bastante difuminado. Llega su padre y se pone a su lado, pero no es el momento adecuado: cubre el segundo cuadrante, mientras el listón de madera los separa irremisiblemente. Al poco tiempo él vuelve a desaparecer del plano.
Considero he tenido suerte con esta mini-rentrée personal cinematográfica.

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