El equipo de “Run, Blancanieves, run” posando en el set de rodaje. Chávarri delante, en el centro. título |
Estos últimos tiempos, las diferentes filmotecas están dando a conocer mucha película histórica que tenían en sus catálogos.
Es el caso de la Filmoteca Nacional, que en su “Doré en casa” informaba ayer Carlos Tejeda que había colgado en libre visión, hasta el 10 de julio, un programa doble compuesto del muy corto “El gran amante” (1969?) y el largo “Run, Blancanieves, run” (1967).
“El gran amante” me ha parecido infumable, repleto de todos los tics del cine amateur realizado por adolescentes aficionados al cine, que se ponen a interpretar (horriblemente) una película argumental. Pero “Run, Blancanieves, run”, que empieza de forma parecida, luego es, decididamente, otra cosa.
Película mítica donde las haya, aparecía en todos los artículos y entrevistas de las revistas cinematográficas de la época. Muy difícil de ver, se decía, sin embargo, que había llegado a pasar en una sesión en un cine repleto de gente del oficio (el oficio era ser joven y estar muy interesado en el cine y, de ser posible, en hacer cine).
La admiración venía, sobre todo, de la libertad con la que había estado hecha y su duración. Se decía que provenía de rodajes en Super 8mm, luego hinchado a formato comercial. Diría que eso se aprecia en las escenas de interiores y en la oscuridad y falta de matices de mucho del metraje. Hacer un largometraje a partir de filmaciones en S8 suponía una laboriosidad tremenda, pero al tiempo un camino libre, franqueable, para los interesados en entrar en la dedicación.
Superada esa parodia bastante grotesca inicial de los siete caballeros (todos interpretados por mozalbetes procedentes del ambiente de aspirantes a cineastas y críticos de la época) conviviendo con esa Blancanieves que recogieron cuando niña al verla abandonada, la película va pasando por diferentes escenas que pueden corresponder cada una a un género cinematográfico, marcado por la banda sonora (correspondiente a films famosos) que las acompaña.
Hay que pensar que el gran problema de los subformatos de ese momento era la imposibilidad de sincronización de imagen y sonido, cuestión que Chávarri resuelve drásticamente, convirtiendo la cinta en film mudo, solo con banda sonora, y la inclusión de rótulos que van llevando la historia.
Un glamouroso striptease, una comedia romántica, un western, un drama,... Todos estos palos y más van apareciendo, en una función que por momentos recuerda bastante el mundo de Zulueta (también presente), todos ellos al servicio de Mercedes Juste, solvente musa del momento, que solo tuvo un fugaz retorno diez años después, en “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste”.
El enlace, válido para verla hasta el 10 de julio, aquí:
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