Para señalar lo inconstante de los gustos y lo fugaz de ciertas glorias se suele poner el ejemplo del festival de Cannes de 1961. Dios películas ganaron, ex-aequo, la Palma de Oro. Una era “Viridiana”, de Luis Buñuel, de la que no pasa año sin que se revise y se hable de ella, mientras que de la otra, “Une aussi longue absence”, de Henri Colpi, nadie se acuerda.
Siempre que he oído o leído esta aseveración no he podido sino estar de acuerdo, pero en mi fuero interno una cierta decepción me ganaba, pues la película de Colpi, vista en un temprano pase televisivo, me había dejado muy buenas sensaciones.
Así las cosas el otro día veo que anuncian su pase en TV5Monde (esta tarde, como mínimo, la volverán a proyectar) y, curioso, la grabé. Ahora acabo de verla.
Por supuesto no recordaba más que la silueta y el sombrero del vagabundo que hace de personaje principal (Georges Wilson) y a Alida Valli con una expresión como de ansiedad, pero porque las había visto después en fotografías y carteles. Me sorprendo viendo que su música es de Georges Delerue, que aparecerá una canción de Cora Vaucaire (que luego se descubre preciosa) y que en su guión estuvo Margaritte Duras, por lo que me digo que había razones sobradas para que en su día me gustara.
Pero empieza la película y mis convicciones empiezan a fallar. Encuentro a Alida Valli como impostada en su personaje, viéndose un montón que “está actuando”. El dibujo del vagabundo es más bien simplón. Y llega una escena horrible (la de la segunda foto) en la que ella y unos parientes se montan un número teatral, venga a repetir nombres, fechas y lugares para hacer recordar al vagabundo, que ha perdido totalmente la memoria. Me digo que el jurado de Cannes, como yo hace mucho tiempo, cayó en la trampa de esta película efectista, llena de redundancias explicativas para que a nadie se le escape nada, con los efectismos de Wilson y Alida Valli, que se la ve esforzada, pero muy orgullosa de sus esfuerzos.
Visto todo eso, me entretengo en observar los escenarios de la época y, sobre todo, la Île Seguin, la sede de la Renault en Billancourt, que aparece en varias escenas.
Solo al final, tras una escena en la que Thérèse, el personaje de Alida Valli, descubre algo definitivo sobre él, caigo en que quizás todas esas repeticiones, frases recalcadas ofreciendo un aspecto teatral al conjunto, pueden no ser sino la marca de fábrica de la Duras, y veo otra forma, en la que en su momento no reparé, de entrar en el film.
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