En occidente el cine soviético era en tiempos seudónimo de épica revolucionaria. Al menos a mí se me hacía difícil pensar que también pudiera darse una comedia o bien un cine de aventuras popular y a la vez soviético, como el que muy poco a poco (viendo cosas de Barnet, por ejemplo) fui conociendo.
“Aelita” (Yakov Protazanov, 1924) estuvo entre el escaso cine ruso exportado a Europa. No sé si se estrenó aquí durante la República, pero esa difusión genérica hizo que en la postguerra, al menos, se dispusiera de imágenes del film, en las que unos extraños decorados y vestuarios dieran a conocer la rarísima existencia de un film de ciencia ficción (!).
Vista ahora que la acaban de colgar en Mubi (y puede encontrarse también, he visto, una copia bastante buena subtitulada por YouTube), en seguida entiendes que esos decorados constructivistas y vestuarios de vanguardia que la hicieron famosa corresponden a las escenas en que el esforzado ingeniero Losi tiene una serie de ensoñaciones con la reina de Marte (Aelita), mientras que la otra mitad del metraje corresponde a una visión que resulta mucho más “naturalista” sobre la vida soviética del momento.
Gracias al trabajo del protagonista y al de su reciente esposa (en el comité de evacuación) tenemos la oportunidad de ver de primera mano imágenes de un desfile en la Plaza Roja, el ajetreo en el río Moscova o las mastodónticas obras que el nuevo régimen está llevando a cabo. Con el artilugio de situar la acción unos años antes (1921), llegamos a ver sin cortapisas el brutal movimiento de personas, las picarescas trampas que emplean algunos y las dificultades sanitarias, alimenticias y habitacionales que supuso el periódico bélico que entonces acababa. El avance de unos años permite ya decir que se acabaron las grandes migraciones y todo el esfuerzo de reconstrucción e industrialización empieza a dar sus frutos.
Por el lado Marte, estética al margen, está curioso ver cómo la película prefigura el mundo de Metrópolis (Lang, 1927), con unas clases subalternas que malviven dominadas en unos subterráneos… a las que la misión rusa se ve casi obligada a exportar su revolución.
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