jueves, 15 de julio de 2021

L’heritage de la chouette


La serie empieza con dos o tres supuestos banquetes como éste, repartidos por el mundo, en los que se dice que se va a abordar la cuestión griega.

Theo Angelopoulos explicando cómo llegó a su real familiaridad con los mitos griegos.

Me he acordado un montón de Roberto Rossellini durante la proyección en la Filmoteca de los apasionantes tres primeros capítulos de “L’heritage de la chouette” (Chris Marker 1989). Fue él quien, de una manera quizás inocente, proclamó en los años 60 que el cine había muerto y que entrábamos en la era de la televisión, para la que pasó a realizar una larga serie de programas didácticos.
La iniciativa de Rossellini yo diría que quedó apartada, como una rara avis, y seguramente pasó a sumarse a la larga lista de intentos fracasados, pero ayer, siguiendo en la Filmoteca dentro del ciclo dedicado a Chris Marker los primeros capítulos de la serie mencionada, me preguntaba de tanto en tanto, emocionado, qué podría haber sido de nuestra televisión si se hubiera responsabilizado de la misma a alguien como Thierry Garrel, quien durante un tiempo en La Sept y más tarde en la cadena ARTE inicial, dio muestra sobrada de lo bueno que podría llegar a hacerse.
“El legado del búho” puede funcionar como un ejemplo de lo que estoy diciendo. Su apuesta es la de, entrevistando a un amplísimo elenco de intelectuales de la época, llegar a entender qué debe la civilización occidental a la griega, qué ha llegado de los filósofos griegos hasta nuestros días, qué han provocado.
Chris Marker empieza con su ironía consustancial, al tiempo que se inicia una introducción que nos hace ver que se quiere rascar, alejándose en lo posible de las ideas preconcebidas, pero en seguida deja paso a las intervenciones de todos los convocados, de una categoría indiscutible.
Hay declaraciones que nos sitúan muy bien, además, en una época como la de los alrededores del 68. Es el mismo Michel Jobert el que suelta a bocajarro que “cuanto más conozco a los americanos, más estimo a los griegos”. Otro -ahora no recuerdo quién- señala, en la tanda de alabanzas, que “mientras que el latín tiene una poética similar a la de la lengua de los contables, el griego sí tiene siempre, mírese como se mire, su poética”.
Se recurre a frases del mundo clásico griego que se emparentan con ideas de 2500 años después, como el “Conócete a ti mismo” que surgió sin haber leído aún nada de Freud, sin que se hubiera oído hablar del subconsciente o del alma. Georges Steiner aparece, en ese sentido, hablando del ego. O esa impresionante “El individuo no debe considerarse sino en relación a la colectividad”.
Hay definiciones y caracterizaciones de la cultura griega muy aclaratorias. Como la que habla de esa tendencia innata que tenían al exceso, del que siempre avisaban que había que protegerse, y así pasa todo un primer capítulo que se sigue con los ojos y oídos bien abiertos, sin respiro.
El capítulo siguiente, punteado con bastantes imágenes del “Olimpiada” de Leni Riefensthal, lleva por título “Olimpismo o la Grecia imaginaria” y va dedicado principalmente a la apropiación de las (supuestas) ideas griegas sobre todo por parte de Alemania y, más concretamente, por los nazis. Alguien como Cornelius Castoriadis tiene intervenciones muy claras, magníficas. Previamente sabemos también del proceso por el que todos los filósofos griegos, de repente, resulta que los hicieron cristianos.
El tercero es “Democracia o La ciudad de los sueños” y se detiene en precisar matices fundamentales de tergiversación de ciertos conceptos de la polis griega.
¿Para cuando un canal -podría ser La 2- emitiendo en continuo programas como éste? He dormido bastante mal, elaborando una y otra vez comparaciones.


Michel Jobert.

Cornelius Castoriadis, muy claro y penetrante.

La imagen es horrible, pero no he encontrado otra de Georges Steiner, que sale frecuentemente.

Uno de los títulos de los 13 capítulos. Tan austero, lo ves y no creerías nunca que pudiera suministrar tanto disfrute.

 

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