Siguiéndola a ella en uno de sus solitarios paseos.
¿Un Chabrol que no has visto? Sí, “L’oeil du malin” (1962; en Filmin). Regido todo él por la voz en off de un narrador, el personaje del escritor joven francés que coincide en su retiro en un pueblo cercano a Múnich con un escritor alemán de éxito y su mujer francesa.
Al llegar al pueblo, tras observar la casa que va a alquilar, nos explica mediante esa voz de narrador, marcando su carácter:
-No está mal. Triste como la muerte.
Como en otras miniaturas similares de esa época (“El cuchillo en el agua”, de Polanski, por ejemplo), el suspense va creando una enorme tensión, que no se desparramará hasta el final. Personalmente, quizás falto de munición de este tipo, he quedado desde el principio abducido por ese frío manipulador y su relación con esa atractiva y misteriosa mujer, encarnada por Stephane Audran.
Al final aparece un policía con un cráneo pelado estilo bola de billar, que surge siempre, recurrente, en otras películas de Chabrol. Pero en este caso no es ningún bufón. La cosa va en serio.
Antes, dentro de un tono de continuidad, se suceden las escenas magníficas, como el misterio inducido por esos paseos solitarios de la mujer, seguida de cerca por el protagonista (primera foto) o esa inicial partida de ajedrez de sobremesa tan significativa entre los que van a ser rivales, el tablero preparado minuciosamente por ella, que acaba además observando el duelo sentada equidistante entre ambos (segunda foto): como espectador suyo, te frotas las manos sobre lo que, ineludiblemente, piensas, vendrá después.
La magnífica escena que nos prepara, con su composición y acción para lo que creemos vendrá después.
En casa de la pareja, aún con invitados, él como Pedro por su casa.
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