La casa llena de inventos para facilitar la vida cotidiana.
La primera sorpresa de “Konstgjorda Svensson” (Gustaf Edgren, 1929) viene de que se trata de una de esas películas de la época a caballo el mudo y el sonoro. Así, nos encontramos en el más absoluto silencio (ni diálogos ni música) ante un inicio romántico, de separación de una pareja junto a un lago y, de repente, el protagonista se dirige hacia la cámara y nos explica que le preguntaron si quería hacer una película muda o sonora y él escogió, sin pensarlo dos veces, muda, explicando las razones -totalmente contradictorias e inconsistentes- por las que no le gustaba como actor el cine sonoro. A continuación vuelve el silencio, pero al poco rato una formación militar que marcha entonando una canción norteamericana, como más tarde unas canciones clave al supuesto son de un banjo también las oiremos perfectamente. En un cartel del principio nos indicaban que habían podido rescatar sólo parcialmente el sonido que, en las proyecciones, se coordinaba con las imágenes mediante una gramola.
La segunda sorpresa es ver que Fridolf Rhudin, al parecer un conocido actor, cantante y humorista sueco del primer tercio del siglo XX, aparece en una escena copiada descaradamente de un cortometraje de Buster Keaton protagonizado por él en una casa automatizada, en la que todos sus detalles se han pensado para servir a la vida cotidiana, “El espantapájaros” (1920). Y es que el protagonista de la comedia, que mezcla aventuras amorosas con la vida militar y hasta acrobacias aéreas, es un inventor que debe bastante en unos aspectos a Keaton y en otros a Larry Semon.
La tercera sorpresa, anunciada esta noche pasada por Sergio Sánchez, es que esta amable comedia del cine mudo sorprendentemente se puede ver nada menos que en Netflix, junto a una serie de films del cine mudo nórdico -alguno de ellos calificable de obra maestra- recién y silenciosamente incorporados en la plataforma.
Buena noticia y la expectativa de unas cuantas sesiones poco habituales por delante, pues.
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