El bersaglieri regresando al pueblo y pasando junto a una central que aprovecha la fuerza de la caída del agua.
En una guía sobre la Umbría que me he mercado para la preparación de un viajecillo por la zona, leo que la primera película importante rodada por ahí es “Acciaio” (“Acero”, 1933), rodada nada menos que por Walter Ruttmann (el de “Berlin. Sinfonía de una ciudad”) a partir de una novela de Luigi Pirandello.
Muy intrigante su primera imagen, con algo indeterminado agitándose en primer plano, hasta que vemos que se trata de las plumas del gorro de unos Bersaglieri, atendiendo a una carrera ciclista. Uno de ellos se licencia entonces y, con su bicicleta (va a todos lados con ella y es popular por ella) llega hasta el pueblo de su novia, a la que no ha visto en dos años…
Los saltos de agua, los recorridos ciclistas (una caravana estilo Giro, por ejemplo) nos permiten ver esa Italia rural industrial de la época, con unas entradas y salidas de fabrica impresionantes, que permiten deducir que Vittorio de Sica no andaba desencaminado al hacer a la bicicleta un elemento fundamental de los obreros en una de sus primeras y más famosas películas.
Aunque todo está centrado, principalmente, en el funcionamiento de los altos hornos, la salida de los bloques de éstos y el manejo de los laminados de acero. Eso y en el rechazo social al que lleva el desenlace de la rivalidad de dos amigos enamorados de la misma mujer.
Y es curioso. Hasta hace poco no me había enterado de que Walter Ruttmann fue acusado de confraternizar con el nazismo, lo que hace ver su famosa sinfonía sobre Berlin y esos planos de la potencia y ritmo brutal de la ciudad con una cierta mirada interrogante, intentando deducir si se le había ido algo la pinza o, mejor dicho, si se emocionaba, como los futuristas italianos, con la velocidad, las máquinas y demás, olvidando el aspecto humano.
Aquí está el dinamismo de las bicicletas y el ritmo fabril, pero con la oposición de la vida popular rural -esa feria que llega, por ejemplo, o los entretenimientos de niños y mayores- así como la crítica a una perniciosa toma de partida social, con esa bisagra central, entre las dos, de las entradas y salidas de la masa -pero identificada- de la acería.
La feria que ha llegado y se instala en el pueblo.
En la acería.
La entrada a la fábrica, muchos en bicicleta.
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