En la Filmoteca, “Francesco, giullare di Dio” (Roberto Rossellini, 1950)… dentro del ciclo dedicado a Jean-Luc Godard, que programa una serie de films que confrontó en un curso sobre historia del cine que dio en Montreal.
Estoy leyendo la biografia de Godard y realmente he pasado unas cuantas páginas en las que Rossellini está realmente muy presente. Por un lado, De Baecque cita varias entradas/despedidas de postales y cartas a sus amigos de la Nouvelle Vague en las que Godard utiliza el lenguaje de “I fioretti di san Francesco”, que parece haberle marcado. Por otro lado, poco después, me entero de que “Vivre sa vie”, su pelicula sobre la prostituciòn, tendría su referencia principal, precisamente, en “Francesco, giullare di Dio”, pues Godard deseaba hacer un film estructurado en episodios a modo del de Rossellini, que va ilustrando “cuadros” de la hagiografía de Francesco.
Bueno: sea gracias a Godard o por lo que sea, siempre está bien volver a ver a esa basca de inocentes como críos, alocados por completo y humildes hasta decir basta, harapientos frailes, campando por la Umbría.
“Actores sacados de la vida real”, señalan los títulos de crédito iniciales, y ese me parece uno de los mayores logros de Rossellini. Ahí está para corroborarlo ese extraordinario viejo que encarna a Juan, repitiendo e imitando absolutamente todo lo que dice y hace Francesco. O ese en este caso jovencito con cara siempre ilusionada que encarna a un Fray Junípero que siempre regresa a Santa Maria de los Ángeles desnudo, porque ha entregado su capa a algún necesitado.
A ver quién, después de ver su secuencia final, con el método empleado por Francesco para repartirlos a todos para que vayan a predicar a Arezzo, Spoleto, Foligno, Montefalco,… se olvida de ella. Imposible.
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