El Hotel de Suède está en la memoria de unos cuantos. De alguno no solo por albergar, en su habitación número 12, a Jean Seberg y a Jean-Paul Belmondo (“À bout de souffle”, Jean-Luc Godard, 1960).
Antoine de Baecque, en su biografía “definitiva” sobre Godard (Grasset, 2023), se pregunta y nos aclara por qué el director novel se empeñó en rodar los que resultaron 24 minutos limpios de película “en un sitio poco cómodo, demasiado pequeño, bastante sombrío”.
Y es que se trataba “de un pequeño hotel meublé como los que frecuentó Godard en los 50, uno de esos que entonces utilizaban los estudiantes, trabajadores jóvenes, intelectuales precarios, artistas bohemios. Godard vivió allí algunas semanas, en la primavera de 1957, y fue allí donde llevó y frecuentó a Anne Colette. En el momento en que está separándose de la joven actriz, durante el verano de 1959, rodar en este lugar esta secuencia o un cierto número de diálogos y de gestos, de costumbres, citas y situaciones, implica una serie de resonancias íntimas en él , y es una manera de rendir homenaje a un amor al tiempo que empezar a hacer el duelo del mismo.”
Y De Baecque remata: “Godard es un sentimental que interpreta ser insensible, cínico y misógino. Pero podemos llegar a imaginar su turbación interna dirigiendo los planos en los que Belmondo y Seberg se buscan, se encuentran, se alejan, se reencuentran, y ponen en palabras, en gestos, un amor que saben imposible, efímero, que florece durante una tregua.”
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