La crítica de “La sirena del Misisipí” que me gustó es la que, viendo en general subestimada la película por la gente y considerándola él mismo una pequeña y secreta joya, escribe el realizador Arnaud Desplechin (a quien, por cierto, en ciertas ocasiones se le ha considerado un posible heredero de Truffaut) en el reciente número fuera de serie de Cahiers du Cinéma.
Dice en ellas cosas tan interesantes como:
-“Todo el relato es una aventura, la aventura de un sentimiento. (…) Esta tensión ente la aventura desmelenada y lo cotidiano del amor hace de ‘La sirène du Mississipi’ el film más godardiano de Truffaut.”
-“Truffaut decía: ‘Quiero que mis films den la impresión de haber sido rodados con cuarenta de fiebre’
-“Dar el papel del hombre que desfallece a Belmondo y el del conquistador a Leaud (habla también del papel de éste segundo en ‘Les deux anglaises et le continent’) fue visto como un crimen de lesa majestad. Pues bien, es lo que ofrece, para mí, el máximo valor a estas dos películas. Una crítica radical de la virilidad.”
-“Sostengo que Belmondo nunca ha estado mejor que en ‘La sirène du Mississipi’. Se acabó la mueca facial, o la pose. Sólo queda un desespero suave. Aquí, y por vez primera, Belmondo se ofrece frágil. No fue fácil. Truffaut le pedía renunciar a lo que había hecho su notoriedad.”
-“Belmondo va a caer en un hospital similar (al que va a parar el Scottie de ‘Vértigo’). (…) No puedo dejar de pensar sin emoción en las estancias de Truffaut o Bergman en casas de reposo… El trazo biográfico es aquí de lo más perturbador.”
-“Truffaut decía de “La sirena del Misisipí”: ‘Catherine es un chico, un matón, y Jean-Paul una jovencita que lo espera todo de su boda’. Añadía que Belmondo en su anuncio por palabras habría podido escribir ‘hombre joven, virgen’. He aquí la sublime inversión de papeles entre el hombre y la mujer, entre lo pasivo y lo activo (…)”.
“Una frase de Truffaut me ha ayudado mucho a ver ‘La sirena…’: cuánto quería ‘que el público supiera en todo momento en qué fase estaban de su vida sentimental, de su vida sexual (…)’. Primero está la magnífica obscenidad de su boda. En la iglesia, el anillo es demasiado pequeño: Louis Mahé no sabe qué hacer. Simplemente, ¡la novia moja su dedo, fuerza la alianza y ya pasa! Me ruborizo cada vez que vuelvo a ver la escena. Durante el film, oiremos la alternancia entre el tuteo y el hablarse de usted, que vienen a rimar los azares de los cuerpos y corazones. Claro está, adivinamos cuando los esposos se acuestan juntos o no. Después de la boda, los dos en pijama, Marion se despierta por la noche gritando, Mahé va a encender la luz del cuarto de baño, vuelve a acostarse y ella se duerme en sus brazos: les adivinamos castos, la noche de bodas no ha culminado. Una mañana, se vuelve a ver a Belmondo que ensaya ‘les presento a mi mujer’ ante el espejo, ¡entonces llega Deneuve y entendemos por sus miradas, sus risas y su manera de enlazarse que se han acostado juntos, por fin! Después toman el desayuno con gran apetito. Volveremos a ver ese gran apetito cuando se acuestan tras haber matado al policía (…)”.
-“Siempre es la esposa la que conduce al esposo hacia una mayor libertad sexual”
A ver, les garçons! Es así, ejerciendo magisterio o cuando menos opiniones y sentimientos personales muy aprovechables, y no con datos y explicación más o menos detallada del argumento, que ambos ya se pueden obtener de varias formas, como me gusta que sean los escritos sobre películas.
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