Álex Cleo Roubad describiendo una de las impresiones de sus fotos a Boris Eustache en “Les photos d’Alix”.
La seducción de la palabra. Así podrían haber titulado en la Filmoteca el programa que se repitió ayer dentro del ciclo Jean Eustache, constituido por “Les photos d’Alix” (1980) y “Une sale historíe” (1977). Porque si ambas cautivan el interés del espectador es, desde luego, por el poder de seducción de ciertos relatos.
Son explicaciones muy conceptuales, que a veces cuesta llegar a interpretar… hasta que poco a poco vamos viendo que lo que describe no concuerda en absoluto con lo que podemos ver en las fotos descritas. Quizás se trata simplemente de una broma para alertar sobre “la realidad” mostrada por los films…
Recuerdo la turbación que sentí asintiendo, en la Filmoteca de la calle Mercaders, con “Une sale Histoire”, al relato que el actor Michael Lonsdale va haciendo de su historia vivida ocho años antes, y del absoluto desconcierto que me causó que no hubiera por ningún lado el esperado apoyo visual de la historia y, sobre todo, que esa misma historia se volviera a oír explicada a continuación de pe a pa, en esta ocasión por otros actores, en lo que pasa por “el documental -16mm frente a los 35mm del anterior film de ficción- real” sobre los hechos.
Siempre que leía algún escrito sobre “Une sale histoire” consistía en lo mismo, el elogio de esa doble narración, lo que, no muy partidario yo de las películas que sólo son elogiadas por su dispositivo estructural, sin más, hizo que me mantuviera siempre algo alejado del film. Ahora, sin embargo, transcurridos muchísimos años, asistiendo casi al completo al ciclo de Jean Eustache, he salido de su visión mucho más satisfecho de lo que esperaba.
La historia que cuenta en la primera parte Michael Lonsdale y en la segunda Jean-Noël Picq (amigo de Eustache, autor del relato) es, ya se sabe, la de un hombre obsesionado por la visión directa al sexo de las ocupantes de un lavabo de un café, obtenida gracias a una rendija que pasaba desapercibida.
Es una delicia, sobre todo, seguir el juego actoral de ese magnífico actor que es Lonsdale, haciendo disfrutar de su relato al restringido auditorio de una sala de estar, compuesto tanto por hombres como mujeres.
Se ve que Picq (a la vez relator de la misma historia, explicada prácticamente con las mismas palabras, salvo dos o tres mínimas variaciones apenas perceptibles, con otro auditorio diferente, en el que podemos apreciar la presencia de Jean Eustache o Françoise Lebrun) explica que lo suyo es únicamente un relato para hacer notar las diferencias más apreciables entre los de uno y otro género. Será lo que sea, pero lo que puede constatarse, más allá de las deducciones teóricas sobre lo que supone y expresa esa repetición- es lo que decía al principio: lo seductora que puede mostrarse la palabra, cuando ésta bien dicha.
Michael Lonsdale, en la primera parte de “Une sale histoire”, durante su relato.
Dos mujeres de su relato, francamente interesadas.
Y Jean Douchet, también entre el auditorio de la reunión.
Jean Noël Picq relatando esa misma historia, con las mismas frases en las que únicamente se aprecia alguna que otra palabra diferente, en la segunda parte de “Une sale histoire”.
Françoise Lebrun es, en este episodio, una de las oyentes. El propio Eustache, aunque él se mantiene en silencio, es otro de ellos.
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