Buena parte del escenario de “A dragon arrives!” (Mani Haghighi, 2016; Atlàntida Festival, en Filmin) parece ser una isla del Golfo de Ormuz con unos paisajes que ríete tú del Monument Valley de John Ford.
Pantalla panorámica, un Impala conducido a toda marcha, levantando una polvareda, por el árido valle hasta rodear una mesa rocosa aún no erosionada y dar con algo parecido a los restos de un arca de Noé.
Para aumentar la sensación de extrañeza, en el relato que hacen, pasado el tiempo, los personajes que han vivido esos fantásticos hechos, un hallazgo de una película de un cineasta histórico, y, en lo relatado mismo, junto al Chevrolet, un personaje años 60 que parece sacado de “Mad man”, un ingeniero de sonido más bien de la época psicodélica californiana y un agente gubernamental ciertamente bizarro. Y todos ellos hablando farsi, porque de una película iraní, aunque no lo parezca, se trata.
Toda esta estética y su estructura narrativa son las que hacen tan atractiva la propuesta. Si luego resulta que no se entiende muy bien la historia, pues qué le vamos a hacer. Todo parece anclado en un hecho y periodo histórico trascendental de Irán, mucho antes de convertirse en terreno vedado para los designios occidentales. Allá sí que deben ligar rápidamente cabos.
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