No tenia intencion de ver de nuevo, dentro del ciclo Jean Eustache de la Filmoteca, “La maman et la putain” (1973), pero por suerte lo hice, porque esta copia recientemente restaurada es casi -y lo más difícil: para bien- otra película respecto a las que corrían por ahí hasta el momento.
Una primera feliz característica es que ahora se ven cantidad de detalles que antes no llegaban a verse. Pongo un ejemplo. Después de pasar su primera noche con Veronique en el apartamento de Marie, aprovechando la estancia de esta última en Londres, Alexandre observa la moqueta, que tiene unas cuantas manchas de sangre, anteriormente de ningún modo distinguibles.
Esta recobrada luminosidad actual de la cinta llega al punto de hacerme cuestionar una de las conclusiones a las que había llegado sobre ella: que seguía un recorrido inverso a su citado en la misma trama modelo, “Sunrise” (F. W. Murnau, 1927), es decir, de la luz a la oscuridad. Tan luminosos me aparecen, por contraste, todos los interiores de su último tercio. Sí ha salido reforzada, en cambio, mi idea previa de que el protagonismo va pasando paulatinamente de las manos de Alexandre a las de sus mujeres, al tiempo que el carácter masculino de su personaje va dando signos de feminidad.
Otra segunda constatación importante es que aparecen en la copia restaurada cosas que no estaban en las copias previas. Una gran mayoría de las veces esta información será únicamente debida a mi pésima memoria, pero en cambio pongo la mano en el fuego de que por ejemplo la secuencia de la representación teatral -con Pierre Clementi sobre las tablas- a la que acuden Alexandre y Marie aparece ahora como novedad.
Esta nueva visión me ha llevado a comprobar la completísima enciclopedia de aforismos que podría elaborarse a partir del simple registro de su banda sonora. Aunque luego hemos convenido en que mejor no efectuar la transcripción, porque podrían ponerse de moda esas originalísimas frases y llevar entonces a la completa banalización una de las grandes -y en general muy divertidas- aportaciones del film.
Esta vez me he fijado más en los personajes femeninos, cayendo en la sonrisa que invade el rostro de una amiga que Alexandre encuentra en el café, en contraposición absoluta con los titulares de periódico en los que posteriormente se la cita, pero también en la perfección de la encarnación de Marie por parte de Bernardette Lafont y en el carácter marcado por la luna y el agua del personaje de Veronique, que siempre quiere ir por la noche “junto al agua”, siendo corregida a continuación por Alexandre (“junto al Sena”).
Por lo demás, destacar también cómo Jean Eustache iba dando en la propia película pistas falsas de todo aquella en lo que, hasta el momento, yo habia centrado principalmente mis análisis del film, es decir: cómo cada personaje del film interpreta el papel de un personaje real en el mundo íntimo de Eustache, empezando por la identidad Alexandre-Eustache. Una frase que he oído y anotado es muy significativa al respecto. La dice Alexandre, el alter-ego de Jean Eustache:
“Hablar con la voz de otro. Esto es lo que me gustaría”.
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