Todos hemos visto -y nos hemos quedado boquiabiertos al verla- alguna imagen de la biblioteca que tenía Umberto Eco. “Umberto Eco: la biblioteca del mundo” (Davide Ferrario, 2022; Festival Atlántida, en Filmin) se inicia con una secuencia en blanco y negro en la que la cámara sigue al escritor por su inmensa biblioteca.
Más adelante aparecerá de nuevo algún trozo de esa inmensa e increíble biblioteca, no sólo en los trozos de entrevista -muy bien seleccionados- en los que Eco dice algo de sumo interés sobre el mundo de las bibliotecas y los libros, sino en grabaciones actuales en las que sus familiares y amigos nos muestran y hablan sobre cómo tenia organizadas alguna de sus partes. Una oportunidad única para conocer un poco esa casa de Milán que compraron para guardar ahí , hace unos cuarenta años, sus entonces 30.000 libros.
No es la única biblioteca que aparece en el documental. También hay imágenes de unas cuantas de las más hermosas y espectaculares repartidas por el mundo, indicadas luego tras los títulos de crédito finales.
Pero quizás la memoria (pues, como dice al principio, biblioteca = memoria) que más se explora en el documental (memoria orgánica, según la clasificación de Eco, que habla también de memorias vegetales y minerales) es la propia de Umberto Eco, de quien, además de declaraciones siempre enjundiosas y muy divertidas, vemos se representa alguna de sus historias.
Por cierto: su hijo (que habla en el documental, como su nieto, su mujer o su hija), se le parece un montón.
Uno de los amigos, que habla, tras intentar con la viuda de Eco hacer un mapa de la biblioteca, nos habla de alguno de sus empeños.
Otro, en una de las hermosas bibliotecas del mundo que aparecen en el documental.
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