miércoles, 4 de enero de 2023

La muchacha del páramo

Una descarada aspirante a criada es inspeccionada por una exigente potencial patrona en el mercado de contratación.

Ella entrando, avergonzada, en el juicio.

Y sometiéndose a las penetrantes y escrutadoras miradas del juez.

En el páramo.

Uno de los planos en ligero contrapicado, que recuerda al cine soviético… o nazi.

Quizás no haya en “La muchacha del páramo” (Douglas Sirk, 1935; ayer en la Filmoteca: la vuelven a pasar el viernes) tantas transiciones estudiadas entre secuencias como en “Pilares de la humanidad”, pero los que hay son espectaculares.
En una de ellas, el plano del chico que preocupado se reflejaba en el agua del turbio canal, pensando si debía transigir o no a unas exigencias, tiene continuidad con unas expresivas sombras dirigiéndose hacia la iglesia como prisionero. En otro momento en circunstancias parecidas, quizás más trágicas, deja caer algo y el agua se agita. Cuando se tranquilizan las ondas, lo que vemos reflejada es la iglesia donde le esperan para un hecho trascendente, que ve no puede realizar.
Otra funciona más por resonancia, sin dotar de tanto significado a lo que viene: de las piernas enfundadas en botas de los jóvenes que celebran junto a un canal una despedida de soltero pasamos a las de unos bailando en la taberna y, por similitud, a un par de cosas más así.
Desde un principio Sirk va dando pruebas palpables de la tragedia que, casi de forma predestinada, puede cernirse sobre la protagonista, esa chica del páramo que cree en supercherías, pero que, mujer de buena fe, afronta dignamente su situación, frente a la incomprensión de todo el mundo.
En la escena inicial presenciamos un mercado de contratación de criadas, que aunque está presentado con cierto buen humor, muestra muchas de las características de los denigrantes antiguos mercados de esclavos y la toman a ella por una posible candidata. Ella misma dice que no ha ido ahí para eso, sino para otra cosa, y esa otra cosa es una causa judicial, que se desarrolla en una escena muy bien filmada: una denuncia por abuso sexual contra su antiguo patrón, quien se niega a reconocer al hijo fruto de sus fechorías.
A la salida del juicio ella regresa abatida a la muy pobre casa de sus padres, envuelta en los vahos de las tierras pantanosas del valle, pero quizás cuando mejor se aprecia lo que digo, de Sirk sembrando pistas de una posible tragedia venidera, es cuando, tras recibir una noticia muy negativa, ella se va entristecida de cuadro y deja ver, colgadas de la pared del fondo, unas cuantas hojas de serrucho y guadaña, amenazantes. Sirk mantiene entonces fijo, unos instantes, sin figurantes, el plano resultante.
Basada en un relato de Selma Lagerlöf, lo cierto es que la película tiene más de melodrama rural escandinavo que alemán. Vemos una sociedad en la que todo se juzga según el tamaño de la granja de cada familia. Los ambientes son decididamente nórdicos, y hasta en algún interior se divisa una ventana que da al exterior, configurando una estancia que recuerda a algún cuadro de Carl Larsson.
Es un poco inútil obsesionarse por estar ante un melodrama o un cuento de hadas. El caso es que puede verse hoy en día por lo bien filmada que está esa historia, sea la que sea. Basta pensar en la hilarante escena en la que el padre de la novia efectúa una inspección a la granja de la familia del novio, con ese acertado personaje del padre del novio… que sólo habla cuando es absolutamente necesario: podría haber estado hecha por Lubitsch. O en algún plano de exteriores en el que la vemos a ella, un tanto en contrapicado, con espigas al viento por su alrededor. Claro que también es verdad que me he llegado a preguntar cuánto puede haber en ellos de la forma de hacer de una UFA, que ya debía estar muy colocada bajo el paraguas del nacionalsocialismo.

Él no resiste su reflejo y agita el agua del canal.

Sometiéndose, entregado, a los designios de su prometida.

En otra ocasión, el reflejo se encadena con el de esta iglesia que va estabilizándose hasta dejar ver el marco de sus próximas desdichas.

Los padres de la chica del páramo.

La madre.

El insidioso vecino. 

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