Viendo de nuevo hoy “Embrujo”, se alcanzan rápidamente las razones del enorme respeto que toda la gente de cine solvente de por aquí tenían por Carlos Serrano de Osma.
La película señala, a través de la historia narrada en su largo flashback, el momento del cine español más cercano a un buen melodrama, pero también, sobre todo, de los aciertos del mejor cine de vanguardia visto hasta entonces, llena como está de sobre-impresiones, barridos con imágenes de viajes en el mar o el tren, cataratas de fotogramas, movimientos de cámara, planos y composiciones expresionistas acertadisimas.
Leer atentamente sus títulos de crédito es también una lección del cine español que podía haber sido y nunca fue:
Rodada en los Estudios Orphea, Serrano de Osma firmó el guión de la película con Pedro Lazaga, ambos formando en sus inicios un grupo entonces de amantes del mejor cine, en el que también estaba Llobet Gracia y Fernando Fernán Gómez, quien aparece aquí haciendo de representante cochambroso, dejando también un papel para su entonces esposa María Dolores Pradera, que ejecuta en un escenario para ensayos un minúsculo numero enfundada en unos modernos pantalones.
Hay otros papeles que completan muy bien la película: Jesús Puche hace de Johnson, con numerito de baile y escenas de bufón, pero me ha divertido sobre todo por ver en él continuamente la cara de Lluis Permanyer. Y nada menos que Joaquín Soler Serrano de pretencioso galán, con su bigotito incluido, que decía que me recordaba poderosamente a alguien, pero no identificaba de ninguna manera.
Me he ido por internet con la convicción de encontrar un número ingente de imágenes de esas transiciones de cine futurista a lo Jean Epstein para colgar aquí, pero me he quedado con un palmo de narices: todas van dedicadas a Lola Flores y Manolo Caracol, con alguna excursión hasta Juan Magriñá, que era el bailarín de la sesión.
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