“She Wore a Yellow Ribbon”, aquí “La legión invencible”, y la exaltación del sentimiento militarista y patriótico en John Ford. |
Al final salió. Anoche acabé de leer “La herencia del cine” (Ediciones Asimétricas, 2019), el libro de “artículos escogidos” de Paulino Viota. Su último capítulo es nuevo, escrito especialmente para la ocasión. En él Viota detalla las escenas de tres películas (una de Hitchcock, “Vértigo” y dos de Ford, “The searchers” y “Río Grande”) para establecer un esquema de cada una de ellas, con las resonancias y repeticiones de ideas entre las mismas, y concluir que el esquema resultante es idéntico en las tres, aventurando que podría responder a un amplio modelo para el cine clásico.
Lo iba yo leyendo y, tal como describía su interpretación de, sobre todo, “Río Grande”, pero también leyendo las referencias que hacía a otros films fordianos sobre la caballería, me regocijaba y admiraba con la forma y su clarísimo lenguaje transmisor de lo que él pensaba que pasaba por la cabeza de los diferentes personajes a partir de cómo, cuándo y dónde situaba sus reacciones en el film. Pero, a la vez, me reafirmaba internamente en un sentimiento ambivalente que, a pesar del tiempo transcurrido, no he podido sacarme de encima respecto a ciertas ideas del realizador trasmitidas por sus películas.
No sé ahora qué crítico de cine francés fue el que, por los 70, tituló uno de sus artículos, o mencionó por el cuerpo de su escrito, su rechazo/admiración por el director de cine americano con la frase “Ce gran putain!”, que yo por entonces, y después viendo bastantes de sus películas, por mucho que me gusten (y cada vez más) por otras razones, entendía perfectamente, traduciendo la frase, más suavemente, como “¡qué pajolero, cómo nos hace comulgar con ruedas de molino, cómo nos hace tragar su ideología, a partir de hacerte identificar con sus personajes hábilmente!”
Leía a Viota explicando lo que piensa y hace el personaje de sobre todo John Wayne, o exaltando el sentido de cuerpo de la caballería en “She Wore a Yellow Ribbon”, por ejemplo, y no podía sino pensar qué correría por dentro de una persona como él, que tengo por progresista, y no creo que comulgue con las ideas políticas y sociales que ahí se expanden.
Pues bien: Llegado el título del último capítulo del artículo (“Antón Eceiza: el punto de vista político”) enseguida vi que ahí iba a aparecer su explicación.
Es una explicación escapista, que me ha convencido a medias o muy poco. Eceiza, relata Viota, acabó una crítica de “Río Grande” (supongo que debía ser en la revista “Nuestro cine”) diciendo un explosivo “Por eso, libre el ánimo y perdido el respeto, tenemos que decir que nos repugna John Ford”.
El mismo Viota remata la jugada diciendo que “la película sería militarista, imperialista (la violacion de la frontera) y racista. A esto podríamos añadir el machismo...”.
Llegados a este punto, quería de verdad ver cómo Paulino Viota argumentaba para sacarme de la cabeza esa sombra de rechazo que aún me queda a mí, quizás hijo de una época, cuando veo sus películas, por mucho que las disfrute por otras causas.
Pero no lo hace. Empieza dejando caer, como de pasada, que Eceiza “acabó pensando de la ETA lo mismo que Ford pensaba del IRA”. Y acaba diciendo que precisamente las películas de Ford le sirvieron “para combatir el fanatismo ideológico omnipresente en aquella época de oposición al franquismo (...). El cine de Ford, que me era imposible rechazar del todo (ergo él también lo rechazaba entonces parcialmente), quizás porque me prendé de él cuando aún era niño, antes de la invasión de la ideología, me dejaba un resquicio abierto para ver las cosas de otra manera. Para mí, fue la posibilidad de la libertad de criterio, de la libertad.”
No sé. A mi también me sorprende ahora -y reniego de ello- esa única vara de medir que utilizaba la crítica de “Nuestro cine” (y he detectado ese mismo pecado hasta en un escrito nada menos que del espléndido y creía yo que impecable Víctor Érice), por la que si una película no defendía la revolución se convertía automáticamente en reaccionaria y no podía tener otros valores de ningún tipo. Pero de ahí a sentenciar que el que unas películas, por el solo hecho de estar tan bien facturadas, ya podían ensalzar lo que fuera, sólo aportando entonces “la libertad”, yo diría que hay un larguísimo trecho.
Paulino Viota, en una magnífica fotografía que le hizo Óscar Frnández Orozco, yendo en una de las Reginas que cruzan la Bahía de Santander para ir a Pedreña, Somo o El Puntal.
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