Esther mirando a cámara al final de esa primera escena de contenido epistolar. |
En la sesión de Ombres Mestres que dedicamos a la correspondencia teníamos intención pero no pudimos poner ninguna escena de “Trois souvenirs de ma jeunesse” (Arnaud Desplechin, 2015). Esta noche he vuelto a ver la película y desde luego me reafirmo en que no debería faltar en una antología de films dedicados a ese tema.
Hay varias escenas, muy variadas, que recorren el asunto epistolar, pero tomemos sólo una de las primeras, si no la primera. Empieza apareciendo suavemente la música de “Tirez sur le pianiste” (de Georges Delerue) un par de planos anteriores, que muestran el alejamiento de Paul Dedalus de Esther.
Ya en la escena buscada, se pasa de él abriendo y leyendo la carta de ella (a la que oímos de su propia voz) a la imagen de ella escribiéndola en un escritorio con un pequeño espejo que refleja su cara. De hecho, en un momento, deja de escribir y -la cámara hace un pequeño zoom de aproximación para apreciarlo mejor- dice al espejo el contenido de lo que está escribiendo. Pero no acaba aquí, porque a continuación deja de mirar al espejo y, con gesto burlón, girando la cabeza hacia la cámara, como si detrás de ésta estuviera Paul, acaba de decir(le) el texto.
Paul Ddalus joven |
Esther |
Corte de plano y vemos al protagonista, el Paul Dedalus de 19 años, escribiendo la contestación de la carta en un café, cigarrillo en la comisura de los labios. También oímos el contenido de lo que está escribiendo dicho con su voz. Corte a un plano con la escritura de eso mismo que oímos en un papel pautado, mientras la suave pero persuasiva música de “Tirez sur le pianiste”, constante, se hace más y más presente. Plano de él de perfil acabando el recitado de su escrito (“En ti, a tus pies, deposito mi creencia”) y corte a la imagen de ella, frente a una ventana, a través de la que se ve circular un tren que ella observa antes de mirar fijamente a la cámara (ver fotografía) y con ello darse por terminado este intercambio epistolar.
Hay, como digo, bastantes más, casi todas muy ricas, que podría haber recogido aquí. Como otras cosas del film que no tienen que ver con la correspondencia, pero que me hacen apreciar especialmente la película, ese recuerdo que no se olvida, de Desplechin: Esa torre Eiffel al fondo al abrir Esther la ventana rememorando al cine de Truffaut, mientras suena una música que en esta ocasión me pareció que evocaba al Bernard Herrmann de “Vertigo”. Ese dejarse sin inmutarse dar una buena paliza Paul por parte del novio de Esther y su grupo de amigos. La explosión furibunda, pasados los años, del Paul ya contemporáneo (Mathieu Amalric) contra su antiguo amigo Kovalki, mostrando que su encendida pasión por Esther sigue intacta). Esa voz en off estructurando toda la trama que tanto recuerda a la de “Jules et Jim” o, para que no se diga que la cosa no resulta lo suficientemente truffautiana, el congelado final de imagen de la Esther de 16 años.
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