Pues que me lo he pasado la mar de bien viendo “Jorge Herralde. Anagrama de un editor” (Pau Subirós, 2019)
Primero ante la sorpresa de ver a Laura Tremosa hablando de la época en la que Herralde crea la editorial dedicándose básicamente a imprimir todo tipo de textos politicos radicales. Traemos está atinada y muy divertida, como lo está también, hablando de lo mismo Sergi Pàmies o un Jordi Gracia con un cabello tan corto que inicialmente desconcierta de lo lindo. Ella dice la frase clave acerca de la aparente contradicción de proceder de una familia burguesa acomodada y al mismo tiempo luchar por el éxito de la revolución: “Como íbamos a salvar al mundo, no teníamos mala consciencia. Pero resultaba bastante desconcertante tener un padre que fuera el dueño de una fábrica, donde ¡había obreros!”
Al margen de recabar las declaraciones de todos ellos, muchos más y del propio Jorge Herralde (como siempre buscando la clave del asunto que sea y explicándolo muy bien), el documental sigue la pauta de entrar hasta las tripas de sus entornos más íntimos. Lo vemos en el cuarto de baño afeitándose, siendo atendido por una fisioterapeuta o descalzo leyendo tumbado en un sofá y, de la misma forma, la cámara entra en la habitación de hotel de Juan Viloroo a ver las tripas de la Filmoteca para que Román Gubern explique la relación de su cuñado con el cine o llegando a las tripas de la editorial.
A Lali Gubern parecen reservarla para el final, que desde luego va a ella dedicado, aunque da la impresión de que haya denegado hablar para la cámara.
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