miércoles, 11 de marzo de 2020

Azul Siquier


Una de las más famosas fotografías de La Chanca. Siquier explica en el documental que vía una hija que vio en El Pais la foto, pudo conocer recientemente a la entonces niña y entablar contacto de ella, sabiendo de su reacción de entonces y su vida posterior.
En la actualidad, recordando en su emplazamiento la fotografía de entonces.
Pues habrá que ir a ver la exposición sobre sus fotografías, en la Mapfre. Ya lo tenía previsto, pero la visión anoche de “Azul Siquier” (Felipe Vega, 2019), me reafirmó la decisión, y eso es lo que se espera de un documental sobre un fotógrafo, ¿no?
Si me respondo con sinceridad creo que mi respuesta sería “Si, pero”. Me explico un poco. El documental, al margen de esa muy positiva incitación a contemplar la obra del fotógrafo, tuvo para mí cosas buenas y otras no tanto. Alguna que llegó a desconcertarme.
Una que me hizo ir rápido a verlo fue que iba firmado por Felipe Vega. Cuando apareció Felipe Vega yo no podía ignorarlo. Su papel, junto a Fernando Trueba, en la revista de cine Casablanca primero, sus largometrajes de ficción después. Su regreso, tras bastantes años de ausencia, con este documental, te hace pensar en qué habrá en él de puesta en escena, puesto que eso, la puesta en escena, era lo que, para mí, más destacaba en sus primeras películas, incluidas unas comedias que ahora veo con sorpresa son muy mal valoradas, cuando a mí siempre me resultaban, por ejemplo, por cómo hacía surgir por ahí la forma de hacer de Rohmer.
Hay cosas de éstas en la aproximación al personaje objetivo de su documental por parte de Vega. Tras la emocionante constatación de que está dedicado a la memoria de Basilio Martin Patino (ayer, en el Ombres Mestres dedicado a la correspondencia, pasamos los títulos de crédito de las “Flores rotas” de Jarmusch, y otro ramalazo de emoción me recorrió al ver su dedicatoria, discretas letras blancas sobre pantalla negra, a Jean Eustache), hay una serie de planos como de situación, yendo como de lo general y más lejano hasta lo más próximo, la casa donde, en un rincón, se descubre a Siquier, que me hizo interesarme de verdad por la sesión.
Siquier hablando de la fotografía que me me recuerda a las de Martin Parr. Explica en el documental que al cabo de mucho tiempo alguien le hizo fijarse -pues él no había reparado en ello- en la mano de la que toma el sol maquillada. ¿Alguien lo había hecho?
Pero hay otras cosas (lo que dicen esos que conversan con él, las mismas declaraciones de Carlos Pérez-Siquier, todo y contener cosas valiosas) que me la aplanaron. Me siento muy orgulloso de, cuando Martí Rom hizo un documental sobre Francesc Catalá-Roca, haber simplemente intervenido en lo que era especialista -entreteniendo al protagonista del documental en las tediosas esperas del rodaje- y en una única, muy simple intervención sobre su resultado final: convencer a Martí Rom de que el documental fuera puramente visual, pues aunque pueda explicar cosas de mucho interés, lo más interesante de un buen fotógrafo es su mundo visual y no siempre lo que teorizando, dice.
Bueno, pues. Quedamos en que hay que ir a ver las fotos en blanco y negro que Carlos Pérez-Siquier hizo en La Chanca para el libro de Juan Goytisolo y sus fotos posteriores en color, en estallido de color, diría, incluida esa famosa que te hace venir a la mente a Martin Parr.

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