domingo, 1 de marzo de 2020

Lourdes

Tal que así era el sitio donde estaba la imagen de la virgen a la que se le había de pedir lo que tuvieras menester.
No había visto ninguna película de Jessica Hausner , me lo recomendaron y anoche vi via Filmin “Lourdes” (2009), que realmente me interesó. Desconocedor de su cine, tuve fuertes dudas sobre cuál era la última intención de su película, hasta que un diálogo que me divirtió bastante me lo dejó claro. Se trata del intento de respuesta de un sacerdote a una feligresa que le pregunta las razones por las que Dios hace un milagro curando a una persona y en cambio no hace otro tanto con otra que incluso lleva más tiempo solicitándoselo. El sacerdote se pone serio, aporta una cara de circunstancias, como diciendo “¿quién lo puede saber?”, reflexiona y finalmente le explica:
-Es el principio de la vida. ¿Por qué una persona sabe tocar el piano y otra no? ¿Por qué una persona tiene don de lenguas y otra no? ¿Por qué uno es rico y otro no?
Como se ve, cosas establecidas por el orden natural de las cosas, contra lo que no podemos luchar.
Pero debo confesar que lo que más me provocó la película fueron recuerdos, correspondientes a los más antiguos que conservo. Mi padre tuvo que ir a trabajar un tiempo a Les, en el Valle de Arán. Se encontraba allá realmente solo y, para alegrarle un poco fuimos para allá mi madre y yo un par de meses, justo cuando yo debía tener unos cuatro años. Para dar una imagen a eso cuelgo la diapositiva que nos hizo a ambos paseando por la carretera nacional, bordeando el Garona. (Yo soy el mozalbete que camina pausadamente, manos en los bolsillos, en plan chulo rematado, aunque en mi descargo debería decir que esa pose no responde en absoluto a mi carácter de entonces, muy de buena pasta y sin arrogancia alguna).

Sylvie Testud, que hace de la singular protagonista de la película, en viaje recreativo / de peregrinación.
Pues bien: nuestra presencia dulcificó la dureza de la vida de mi padre en ese periodo, pero la apacible estancia en esos hermosos valles se vio perjudicada por un fastidioso acontecimiento: no había forma de que me hicieran comer. No sé si estaba acostumbrado a otro tipo de comidas, pero los esfuerzos que debían hacer para que comiera algo de lo que servían en el hotel donde nos alojábamos eran enormes... y tenían un ínfimo resultado.
Así las cosas, un día -supongo que debió ser un domingo- nos acercamos a la ciudad de Lourdes, y ha sido viendo precisamente la película como he recordado cosas de mi paso por ahí que tenia por completo olvidadas. Como no he vuelto en la vida, téngase en cuenta que se trata de imágenes y sensaciones de hace ya más de sesenta años, que se dice pronto...
¿Que recuerdo? Pues que fui con mi madre y no sé si alguien más por la asfaltada o cimentada orilla de un caudaloso río, a donde ella me dijo que tenía que pedir a la Virgen de Lourdes que me curase, consiguiendo que de una vez por todas comiera. Yo me dispuse a cumplir su deseo. La imagen a la que se debía rezar estaba en una especie de cueva o, mejor, en lo que en catalán se llama una bauma, una oquedad, pero abierta, en una roca.
¿Qué más recuerdo? Que no había, como en la película, gente en sillas de ruedas, pero sí alguna en unas extrañísimas máquinas rodantes muy articuladas y muchas camas altas, colocadas todas con un paciente dentro, frente a la bauma e imagen. Que junto a la pared rocosa unas planchas metálicas estaban llenas de cirios que los feligreses ofertaban haciéndolos arder. Que la gente se ponía a cantar a viva voz esa rítmica canción que no se oye en la película, pero que sí tarareaba en ella una campana con sus toques: “Ave, ave, ave María...” Y, por último, al margen de las imágenes de la virgen de Lourdes con sus colores azules claros, unas botellas de plástico con etiquetas rojas, que no he sido capaz de encontrar por internet, pero de repente tengo ahora muy presentes, llenas de agua de Lourdes.
10 h · Editado · Mi madre y un servidor, años ha, en el Valle de Aran. Quizás, ahora no lo sé, la fotografía esté del revés.
Si alguien está interesado en saber el resultado de la acción, diré que la Virgen de Lourdes cumplió su fama milagrera y me curó. Ahora como de todo sin ningún problema, al contrario. Hoy, por ejemplo, he seguido el ritual ese periódico que constituye en zamparse el contenido de tejas y tejas repletas de calçots desnudándolos y remojándolos antes en una salsa muy sabrosa y, para desengrasar, una parrillada de carnes, alubias, una crema catalana y salir a silbar a la calle, aunque con el olor de los calçots quemados impregnándolo todo. Lo que he hecho tanto para reafirmar el milagro del que fui objeto como para que no peligre la principal fuente de ingresos de toda una comarca.

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