viernes, 20 de marzo de 2020

Dreyer y los cineastas fluviales


Al haber focalizado mucho mis comentarios de “La herencia del cine” (Paulino Viota, Ediciones Asimétricas, 2019) en algunas conclusiones de sus análisis de estructuras de films, igual ha quedado en un segundo tèrmino la valoración de otras intuiciones (o mejor resultados de amplia reflexión) que me parecen magníficas.
Una de ellas se da en el capítulo “El ángel Dreyer”, que se ve había aparecido ya en “Archivos de la Filmoteca”. Se trata de algo difícil de expresar, pero queen mi opinión él borda, pues en seguida logra hacerte pensar en sensaciones recibidas con la visión de las películas de los autores citados. Es ésta (atentos, que parece algo abstruso, pero si uno está concentrado y va poniendo las correspondientes imágenes en su cabeza, en seguida llega la conexión):
“(Ciertas características de sus películas) parece(n) obligarnos a situar a Dreyer entre los cineastas que me gustaría denominar ‘del entre’, que, quizá, de manera radical, serían únicamente Eisenstein y Godard, a los que tal vez habría que añadir una parte de la obra de Fellini, y puede que algunos otros cineastas menos destacados. Cineastas, éstos, de la dialéctica: No de las cosas sino de las relaciones que hay entre ellas (Godard, por ejemplo, tomaba como modelo la descripción de Élie Faure de la pintura de Velázquez, quien, ‘al final, pintaba ya no las cosas, sino el aire que hay entre ellas’ (...).
(Viendo ‘Ordet’ y ‘Gertrud’ de Dreyer) no parece que podamos incorporarlo a los cineastas ‘del entre’, que son los cineastas del montaje (...) pero en Dreyer hay un dialéctico secreto, un hombre que piensa por oposiciones y por sistemas de relaciones. Pero, a la vez, en sus filmes, ese pensamiento (...) se traba, se liga, hace masa, ‘fragua’, como hacen los elementos de construcción.
Esa dialéctica (...) mental (de una conferencia que analiza), se transforma, al materializarse en un filme, en una continuidad ligada, en una fluencia temporal, vital, ‘fluvial’; en un discurrir sin rupturas, sin solución de continuidad: en una ‘imagen’ de la vida. Dreyer ‘piensa’ sus películas como Eisenstein o Godard pero las ‘hace’ como Renoir o Rossellini.
Porque sus filmes, los últimos al menos, están sin duda del lado de los cineastas de la continuidad ininterrumpida, de los cineastas de la larga duración y de los incesantes movimientos de cámara que, como un reloj , a 24 tic-tacs por segundo, acompaña y mide el vivir de los personajes.”



Y ahí Paulino Viota, incluyendo entre ellos a Dreyer, bautiza a una serie de cineastas como cineastas “del río“: Renoir, Rossellini (y hablando de ‘El río’, señala “ese estilo de la ‘fluencia’, que evita los cortes que, al dividir la vida, hacen sangre y matan”) y “de otra manera, con otro ritmo sobre todo”, Ophuls y Mizoguchi.

Luego explica con unos ejemplos muy buenos cómo es ese fluir en unas pocas películas de cada uno de estos cineastas, pero ya sería destripar demasiado este capítulo, que merece ser leído, degustado y pensado directamente.

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