“Numéro zéro”. Jean Eustache ante su abuela, Odette Robert, en un juego de espejos (ambos gafas de sol) invertidos (él en la penumbra, ella en la luz). Ángel Diez nos explicó que Odette fue la única mujer a la que Eustache siempre respetó.
¡Qué emoción –y qué lección- la primera sesión del taller de Ángel Diez, con intervenciones de José Luis Guerin, sobre Jean Eustache, a la que asistí ayer!
Primero, conocer, aunque sea on-line, a este personaje increíble que resulta ser Ángel Diez, que un día vio un artículo en una revista cinematográfica sobre la muerte de Jean Eustache y se fue a Francia, empezando a acumular información sobre el cineasta ya fallecido en un maletín negro, desarrollando una auténtica obsesión (“Eustache pasó a ser mi vida”, llegó a decir). “Yo, que venía del entusiasmo sobre el cine luminoso de Jean Renoir –siguió luego- no conocía a nadie que se hubiera siempre interrogado de esa forma sobre el cine”.
Segundo, lejos de mi temor por que se limitara a explicar cosas que con el tiempo he ido conociendo sobre “La maman et la putain”, poder captar de su charla tantos recovecos esenciales sobre la película y su autor. Primero la revelación, ahora ya evidente para mí, pero que estaba lejos de haber asimilado, de que Jean Eustache se había lanzado a hacer “una película sobre la virtud y cómo la virtud se marchita”, de la misma forma que había planteado su previo “Le cochon” como un homenaje a Hitchcock, lo que ha quedado meridianamente claro con un plano casi inicial de la película que nos ha pasado, en el que se ve a un cerdo en su establo, rodeado de paja, que nos mueve todos los sentimientos posibles de cariño, sabiendo que luego va a pasar a detallarnos su violenta muerte y cómo “los asesinos se deshacen del cadáver”.
El taller consta de dos sesiones, esta primera dedicada a “La maman et la putain” y una segunda, que el día de la Inmaculada Concepción dedicará a “Mes petites amoureuses”. Pero “Le cochon” ha aparecido, como “La Rosière de Pessac” o “Numéro Zéro” (ver el comentario que hago en su imagen), porque el primer largometraje es el blanco y negro, de la misma forma que el segundo es el color que presidirá el resto de su obra. Son estos los dos grandes grupos en que la ve Diez partida.
Más cosas, entre otras revelaciones impresionantes, que he recogido de la sesión:
-Que “La maman et la putain” es una película sobre una cama”, y más concretamente un colchón colocado en el suelo de un apartamento. Todo se desarrolla en ella o a su alrededor.
-La precisión sobre el tratamiento del sonido en el film –y notoriamente en los planos/contraplanos de sus conversaciones-, siempre vigilante de mantener la verdad absoluta del conjunto imagen/sonido.
-Y un comentario de que Eustache insistió mucho a Françoise Lebrun en que, en la escena final, en el hospital, se riera como se ríe Janie Marése de Michel Simon en la escena del asesinato de “La Chienne” de Jean Renoir. Un ladrillo más en la construcción de un paralelismo que ya contaba para ello con lo de ser ambas películas en las que se puede establecer una relación escalofriante entre los personajes de las respectivas películas y sus actores en su vida real.
Una sesión extraordinaria, pues, sobre –según sus palabras- “ese cineasta que jugaba con el fuego. Que se exigía a sí mismo el máximo, pero también exigía el máximo de sí mismos en el plan personal a sus actores”
Ángel Diez, ayer.
Y, también ayer, J. L. Guerin ocupando los momentos en los que a Diez se le iba el santo al cielo y planteando nuevas vías sobre Eustache.
La escena de "La chienne" que -explicó Diez- quería Jean Eustache que Françoise Lebrun tuviera presente en su interpretación de la escena final de "La maman et la putain".
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