Rodada en inglés con unos cuantos actores fuera de registro en un Berlin del inicio de la informática a punto de hacer saltar por los aires el muro, impersonal coproducción germano-italiana-francesa de las frecuentes en su época, a Chabrol, con su “Dr. M.” le salió una película muy alemana, dicho sea esto en la más negativa acepción del término.
Claro que, como homenaje al Dr. Mabuse de Fritz Lang (más al último que al primero), quizás eso era precisamente lo que estaba buscando.
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