domingo, 19 de diciembre de 2021

Correspondencias. Cartas de cine

 

Vi en un tablero de novedades de una librería este libro y, reuniendo dos de mis pasiones, la correspondencia y lo cinematográfico, me lancé a comprarlo.Tras su lectura, unas pocas observaciones.
Una primera es que el entusiasmo previsto se acható bastante debido a su misma naturaleza. Suman churras con merinas, mezclando cartas de cineastas muy variopintos. Es verdad que no se dedican, como suelen hacer últimamente todo tipo de libros, a cineastas hollywoodienses, pero mezclan “autores” como Vigo, Renoir o el primer Resnais con cineastas más bien del campo experimental, como Brakhage, Snow o Markopoulos, con lo que es difícil que interese globalmente a uno u otro tipo de aficionados.
No se trata, pues, de un corpus de correspondencia homogéneo. Pero es que además los editores hacen cierta trampa, admitiendo bajo el concepto de “carta” todo tipo de escritos, incluso en ocasiones no enviados o cedidos a su presunto destinatario. Hay cartas, sí, pero también postalitas, notas y hasta gacetillas publicadas en algún medio.
Los capítulos en los que han clasificado los diferentes textos no me resultan muy convincentes y varios podrían situarse en otro lugar.
Bastantes de los remitentes o destinatarios de las cartas o lo que sea debo decir que me son absolutos desconocidos y las introducciones o notas no suelen encuadrarlos y explicar por qué aparecen por ahí. Las notas, especialmente, muy desiguales, parecen empeñadas únicamente en decir cuál es el título en español de las películas citadas, aunque sea evidente a partir del original o no se hubiera estrenado.
Dicho todo esto hay, claro, unas cuantas cartas (o lo que sea) que trasmiten o bien una información interesante o -lo que andaba buscando- buenas emociones.
Es el caso de la de Godard a Garrel (señalando su conocida admiración por lo que éste último filmó sobre el Mayo del 68), de Jean Vigo a Jean Painlevé (comunicando orgulloso que será padre de la que sería Luce Vigo y rindiendo pleitesía al documentalista del mundo submarino), de Anne-Marie Miéville (prostrada ante su “Van Gogh”) a Maurice Pialat, de Joris Ivens a Jean Painlevé (que permite un detallado seguimiento de las preocupaciones del primero en la Indonesia de 1946), de Alain Resnais (preparando “Hiroshima mon amour”) a Marguerite Duras y viceversa diez años más tarde (bronca de separación) y alguna sorprendente, bastante curiosa, información vertida, como ciertas conexiones entre Pasolini y Tati o Flaherty y Renoir.



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