jueves, 9 de diciembre de 2021

Jean Eustache. Interior cine (y 2)

La recompensa de ver a Daniel triunfante, alcanzando el objeto de su deseo, después de tantos penosos trabajos.



Con sigilo, Daniel aproxima su mano a la pierna de la niña que, como él, observa al coro de la feria...

... de una foma muy similar, inspirada en la secuencia de Pickpocket en la que Michel aproxima, sigilosamente, su mano al bolso de la dama en el hipódromo.

Más tarde, la mirada de Daniel desde el taller de Narbona...

...puede relacionarse con la de Nosferatu. Si bien hay otras escenas en ambos films mucho más emparentadas.

Jean Eustache. Interior cine (y 2)
Dedicado casi en exclusiva al segundo largometraje de Jean Eustache, “Mes petites amoreuses”, la segunda y última sesión del taller de Ángel Diez (organizado por y con intervenciones de Jose Luis Guerin) acabó anoche tras casi cuatro horas de conexión on line: todos queríamos más y nos resistíamos a que acabara.
Es curiosa la deriva de los entusiastas de Eustache, decantando paulatinamente sus preferencias hacia su segundo (primero en cuanto a proyecto) largometraje, que va subiendo en estima a medida que se repite su visión. Se le va descubriendo, al margen de la profunda relación vital con la experiencia del adolescente Eustache –como pasara en “La maman et la putain” con su experiencia más reciente-, una maestría cinematográfica que va dejando boquiabierto –y profundamente emocionado- secuencia tras secuencia.
Quizás lo que más me sorprendió de la sesión fue ver las evidencias de la discreta pero convincente forma con la que Eustache homenajeó a sus maestros,
Bresson fue un modelo claro para el trabajo con los actores, pero independientemente de eso, Diez nos pasó una escena (Daniel acudiendo a la feria y yendo a escuchar al coro de niñas) inspirado claramente en la escena del hipódromo de “Picpocket”, que también pasó. Ver las capturas de dos planos de detalle de ambas…
Más sutil, en su caso, resulta la relación de la película en sus escenas en que aparecen seres con un cierto halo famtasmagórico con otras con ese componente explícito de Mizoguchi.
Pero Diez nos dejó convencidos de una relación que no suele señalarse: con el “Nosferatu” de Murnau. Quizás las escenas de David mirando a las chicas tras la puerta del taller y la de Nosferatu detrás de la ventana (ver también capturas adjuntadas) sólo tengan una relación estilística superficial, por cuanto las intenciones de uno y otro voyeur son bien distintas, pero eso no puede decirse de otra escena que nos pasó, en la que la inspiración es innegable.
Otra inspiración que vio y comentó también Diez fue con Vermeer, sacando punta a la visión, una décima de segundo, del color amarillo de la ropa interior de una chica que pasa en su Mobilette por delante del café de Narbonne, a la que el viento y la velocidad le levantan la falda enseñando su muslo. Es, posiblemente, una deducción descabellada, pero muy interesante, por lo que tiene de demostración de los mecanismos de elaboración de un plano por parte de Eustache y de análisis creativo por parte de Diez.
Si es enormemente productivo el taller es por el exhaustivo conocimiento de Ángel Diez sobre cómo se llevaron a cabo todas y cada una de las escenas del film de Eustache. Eso y sus análisis posteriores dan como resultado la trasmisión de una serie de claves sobre cómo trabajó Eustache la creación y mostración de diferentes tiempos de representación, por ejemplo. El tratamiento del sonido en varias escenas, detalles de la dirección de fotografía de Néstor Almendros, etc. fueron desfilando por el monitor, alcanzando todo una densidad raramente alcanzada en este tipo de cosas.
Empezó la sesión, que no lo he dicho, con otro cuadro de Vermeer, “El geógrafo”. Y es que se ve que Jean Eustache decía a todo el mundo que él era el retratado en el cuadro. En todo caso, es verdad que ese geógrafo tenía un innegable parecido con este cineasta con el que Diez aconsejó que no nos obsesionáramos, porque “hace que te plantees el cine de una forma muy radical”. Experiencia propia la suya.


Previamente, en una escena en la que Eustache aplicó, mediante un interminable travelling, esa suspensión del tiempo que logró en varios momentos, Daniel tiene su primera erección -como explica una voz en off en primera persona- durante la primera comunión, acercándose a la niña que va a tomarla delante suyo. La precisión y laboriosodad incansable de Ángel Diez llegó hasta el punto de buscar -y encontrar- las manos del cura real que ofreció la primera comunión a esos dos niños en la ficción. Ya oficiaba en otro pueblo y guardaba una sorpresa muy interesante bajo su personalidad.

Daniel yendo en tren desde su natal Pessac hasta Narbonne.

En cuya estación una presencia -la de su madre- le espera.

Ángel Diez, intentando vencer la reacción de la vacuna, durante sus explicaciones.

Néstor Almendros haciendo prodigios con la oscuridad de la sala del cine, donde Daniel está viendo a Ava Gardner y acostándose a la ocupante de la butaca de delante.

Captura de una de las escenas más complejas del film, que formalmente contiene una serie de travellings y panorámicas y semánticamente la muestra de la diferencia entre los dos lugares que pueden ocuparse en el cine: la pasividad de la sala de butacas o la puesta en acción en la pantalla.

 

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