Una bandada de obreros jóvenes se dirigen en bicicleta al trabajo pasando junto a un cementerio de pesados vehículos, exhaustos, listos para el desguace.
Esta escena desarrollada durante los títulos de crédito iniciales, que me ha parecido toda una proclama lanzada para apartarse de una vez de las viejas formas y abrirse a las nuevas, es quizás lo que más me ha gustado de “Szép lányok, ne sírjatok!” (“La belle et le vagabond” en francés, “No lloréis, chicas guapas” en traducción libre; Márta Mészáros, 1970; en Mubi). O al menos, junto a lo guapas que eran las actrices protagonistas, lo que me ha hecho ver hasta el final este largometraje, cinta yé-yé, esforzadamente juvenil, plagada de canciones.
Dos ambientes: el de uno que parece estudiante moderno -que resulta ser el leader de una banda de música y poesía beat- y el de un taller mecánico también moderno y muy bien organizado -donde trabajan los de las bicicletas-. Por el medio, un flirt rompedor que atenta contra la moral y el orden tradicional establecido y un tímido canto al amor libre, aunque en el fondo, tras la apariencia, se guarden todas las formas.
No hay para quejarse, porque por aquí, entonces en las teóricas antípodas político-sociales de Hungría, para hablar del aparente rompimiento de la juventud con un estado de cosas, se hacía “Los chicos del Preu”...
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