Hay que escoger bien entre esta segunda avalancha de películas suecas “antiguas” que ha incorporado Netflix, cuyo número y lista completa nadie sabe precisar.
Escojo una comedia, apuesta inmejorable para tiempos de crisis, como 1932, año de “Servant’s entrance” (Gustaf Molander), aunque parece que los productores de cine no crean que esa regla valga para nuestros días. Ahora bien: cuando la “niña bien” prueba su primera casa en la que quiere demostrar que puede hacer de sirvienta y así ganar la apuesta lanzada en su club, las bromas son tan zafias que te dices que no has escogido nada bien.
Por suerte, nuestra payasa protagonista abandona rápidamente esa casa y va a una segunda donde, además de cumplirse a rajatabla todo lo que desde un principio ves venir, la película divierte de lo lindo.
Película de las que buscan (y consiguen) la risa por las situaciones creadas al transgredir las barreras de clase, dos años después Frank Lloyd dirigió una con ese mismo título y argumento, por lo que está claro que ya en ese momento en Estados Unidos andaban al acecho de lo que había por el mundo y podía resultar para el business.
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